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Inmigración

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Pocos temas originan tanta controversia como la inmigración. Sucesos como los acontecidos allí en Torre Pacheco o aquí en Marcilla son ejemplos claros de que existen grietas en el sistema. ¿Qué se puede hacer? ¿Cómo afrontar el problema?

El primer punto pasa por eliminar la carga ideológica del problema. Si alguien dice “hay que expulsarlos, que se vayan a su casa” se asigna en un extremo del espectro, si alguien propone que “se trata de hacer lo necesario para integrarlos; nadie cambia de territorio por voluntad propia y si han venido aquí es debido a que en sus países de origen la vida es complicada” está en el otro extremo.

Si trasladamos el problema a la calle, al debate social, se observa claramente que el consenso es unánime. Es necesario que vengan los inmigrantes, sobre todo por dos razones: realizan trabajos que nosotros no queremos hacer y equilibran la demografía de nuestra comunidad, ya que cada vez hay menos nacimientos. No es bueno que vivan en guetos en tanto ese factor dificulta una integración razonable entre culturas diferentes. Precisamente para favorecer esa integración es lógico que aprendan el idioma de su país de acogida. Entre los disensos, el principal es cómo tratar a los inmigrantes irregulares. ¿Se les debe expulsar directamente? ¿Se les aplican programas de formación y ayudas para que puedan quedarse? ¿Cuál debe ser la magnitud de esas ayudas? ¿Cómo repartirlos por las comunidades?

Claro que en lugar de afrontar los problemas con determinación es más cómodo culpar a los partidos rivales de “buenismo” o “intransigencia”. Si a eso le añadimos que la política hoy ha degenerado hasta el punto de rechazar la medida del rival, sea la que sea (no importa que sea un decreto para evitar apagones o el reparto comentado de inmigrantes), la conclusión es clara: gran parte de la clase política se ha convertido en un problema en tanto que su objetivo no es arreglar las dificultades, su propósito es el poder y sólo el poder en sí mismo. Eso se logra si el votante potencial percibe a su rival como “lo peor”. Y sí, eso lo hacen muy bien. Debemos admitir que Pedro Sánchez fue un pionero con su famoso “no es no”.

No es posible afrontar una situación sin valorar los datos; esos datos que matan al relato. Investigaciones como las de Hain De Haas en su obra Los mitos de la inmigración: 22 falsos mantras sobre el tema que más nos divide permiten que abramos la mente y podamos valorar la situación de otra forma. Usaremos dos ejemplos. El primero: “La inmigración erosiona el Estado de bienestar”. Si todos los que llegan reciben ayudas y no trabajan está claro que la afirmación sería cierta, pero si entran al mercado laboral con rapidez observamos que los recién llegados comienzan a crear riqueza de forma inmediata. Además los gastos públicos dedicados a la niñez se han ahorrado: ni educación, ni atención sanitaria ni apoyo a los padres para atender a su familia.

Segundo ejemplo: “Las fronteras se están cerrando”. Las investigaciones realizadas por De Haas para estudiar los Determinantes de la Migración Internacional (DEMIG) recopilaron en una inmensa base de datos 6.500 cambios en políticas de inmigración realizados en 45 países entre los años 1900 y 2014. La conclusión es irrefutable: desde finales de la Segunda Guerra Mundial las políticas de inmigración avanzan hacia una mayor liberalización. Otra cosa son los mensajes que recibimos de los políticos, los cuales debemos acostumbrarnos a evaluar más en clave electoral que práctica. Ya lo decía J. Pierpont Morgan: “Tenemos dos razones para actuar de una determinada manera. Una que suena bien y otra que es la verdadera”.

Hoy en día el análisis económico, siempre necesario, se queda corto. Debemos valorar las razones ocultas del comportamiento de todos los agentes implicados en estas situaciones. Eso pasa por escucharlos. Es el denominado análisis conductual.

Muchos medios sólo entrevistan a inmigrantes famosos como los hermanos Williams (cuyos logros, por cierto, tienen gran mérito). ¿Por qué no preguntar a los recién llegados? Es curioso: en estos temas nos dan su opinión artistas famosos que viven en lujosas mansiones y que nada saben del asunto de forma directa. Y claro, están a favor de que vengan más inmigrantes (me figuro que si es para ocupar un cuarto de su casa se lo pensarían un poco más). También se recaba la opinión de “expertos” que viven en su torre de marfil sin analizar datos y obtienen sus conclusiones a partir de sesgos, ideologías, prejuicios y emociones. Precisamente todo lo que se debe suprimir para realizar un diagnóstico adecuado.

La inmigración no tiene fácil solución. Como la mayor parte de los problemas globales. Por eso, debemos aprender a convivir con ella. Para hacerlo mejor se debe realizar un análisis económico completo, reflexionar sobre las motivaciones de los implicados y redirigirlas para buscar alcanzar el bien común.

Economía de la Conducta. UNED de Tudela