Nos encontramos en un momento decisivo. La negociación arancelaria entre la Comisión Europea y Estados Unidos no es un trámite más: es un punto de inflexión para la soberanía comercial de Europa y para el futuro de sectores estratégicos como es el vino en Navarra. Lo que está en juego no es solo un listado de productos: es el equilibrio de nuestras relaciones transatlánticas, la coherencia de nuestra política comercial común, y la supervivencia de miles de pequeñas y medianas explotaciones agrícolas.
Y sin embargo, lo que hemos escuchado en la rueda de prensa del portavoz de Comercio Olof Gill ha sido decepcionante, el propio portavoz ha reconocido públicamente que la Comisión Europea no ha sido capaz de alcanzar ningún acuerdo sobre aranceles cero, y que incluso ve “difícil” cerrar un entendimiento ambicioso para el sector vinícola. Esta afirmación, en sí misma, es alarmante. Pero lo es aún más por la falta de sensibilidad hacia el impacto concreto que esta parálisis puede tener sobre nuestras exportaciones y nuestras zonas rurales.
La Comisión Europea está fallando al mandato que tiene encomendado: defender los intereses generales de la Unión Europea. Y no puede hacerlo si continúa relegando el sector agroalimentario –clave en nuestra economía y cohesión territorial– a una posición secundaria en la arquitectura de la política comercial.
El vino navarro no es solo un producto: es tradición, empleo, sostenibilidad y arraigo. Es un motor económico y un pilar del tejido social en muchas comarcas. No puede seguir pagando el precio de una comisión que negocia con tibieza, en un contexto que exige contundencia y visión estratégica.
Estados Unidos mantiene barreras arancelarias y para-arancelarias que distorsionan completamente el acceso al mercado. Y lo que esperamos de Úrsula von der Leyen y su cuerpo de comisarios no es comprensión ni diplomacia templada. Se espera compromiso, claridad y firmeza. El sector agroalimentario europeo no es una reliquia, es uno de los motores del valor añadido exportador de la Unión. En 2023, las exportaciones de vino europeo a EEUU superaron los 4.000 millones de euros. No podemos seguir negociando como si fuéramos los que piden permiso. Necesitamos que la Comisión Europea se siente a la mesa con la voluntad de defender con firmeza los intereses del sector primario europeo. Que exija reciprocidad plena a EEUU en el acceso a mercado. Y que se comprometa, de una vez por todas, a cerrar un acuerdo que garantice eliminación total de aranceles.
Los socialdemócratas en el Parlamento europeo lo tenemos claro: no podemos apoyar un acuerdo que incluya la pérdida de soberanía comercial y regulatoria. No podemos permitir un acuerdo comercial sin exigir cláusulas espejo y sin asegurar que los estándares en el sector agroalimentario cumplan las mismas condiciones de producción y calidad que exigimos en la Unión Europea.
Ya no basta con buenas intenciones. Europa no se construye con discursos vacíos ni con balances técnicos de final de mandato. Se construye cuando sus instituciones defienden con valentía a quienes la sostienen desde el territorio. La Comisión Europea tiene aún la oportunidad de demostrar que está a la altura, pero tiene que ser firme, rápida y contundente ante los retos a los que nos enfrentamos día a día.
*La autora es eurodiputada y secretaria de Unión Europea de la Comisión Ejecutiva Regional del PSN-PSOE