Las reuniones auspiciadas por Naciones Unidas para aprobar un texto del primer pacto global contra la contaminación por plástico y en la que han participado 180 países, que se han desarrollado desde el 5 de agosto hasta el 15 del mismo mes, han vuelto a fracasar. La reunión de la ONU pretendía poner fin a uno de los grandes problemas medioambientales que afectan al planeta.
Desde hace casi tres años, se han reunido ya en seis ocasiones. La reunión celebrada en Ginebra era ya una prórroga. Pero, de nuevo, un grupo minoritario de países productores de petróleo y plástico –Arabia Saudita, Rusia y Estados Unidos, entre otros– se han salido con la suya obstruyendo el proceso, que pasa por limitar la producción de plásticos. No conviene olvidar que el plástico es un derivado del petróleo.
El fracaso de un Tratado Global sobre plásticos me suena como bastante. Me recuerda al Acuerdo Marco contra el Cambio Climático, con las llamadas Cumbres del Clima, donde un grupo de países, de la mano de la industria petrolera, es capaz de retrasar e impedir un avance global en defensa del medio ambiente. Con una presencia de más de 200 lobistas, la industria del petróleo ha ido a Ginebra con el único objetivo de obstaculizar al máximo las negociaciones, o llegar a un acuerdo de lavado de imagen.
Gracias al uso del plástico, la humanidad ha conseguido avanzar en muchos terrenos, desde la navegación y la construcción, hasta en la medicina. El problema es que los incorporamos en nuestro entorno con demasiada confianza, con falta de prevención sin tener en cuenta que se trata de un compuesto químico, al que se le añaden en algunos casos sustancias muy tóxicas para el medio ambiente y para nuestra salud. Sin embargo, el conocimiento científico acerca de sus impactos sobre el medio ambiente y la salud ha puesto de manifiesto la necesidad de poner freno a la presencia de plásticos en el ecosistema.
La contaminación por plásticos se ha hecho tristemente omnipresente. Especialmente visible en los océanos, donde se acumulan formando incluso islas que se mueven a la deriva, la larga vida de los plásticos en el medio ambiente se cobra la vida de decenas de miles de animales marinos cada año. Hoy en día hay mucha preocupación científica por los impactos en la salud de los microplásticos, cuya presencia se ha detectado en todos los rincones del planeta y en todos los seres vivos.
Reducir la producción es absolutamente necesario tal y como afirman muchos expertos y organizaciones que han estudiado e investigado esta problemática, al considerar que el bajo costo de la fabricación del plástico está detrás del problema de la contaminación que contamina el planeta. Según estudios de la OCDE, la producción mundial de este material aumentará un 70% en 20 años, de 435 millones de toneladas en 2020 a 736 en 2040. Y el problema es que solo el 9% de los plásticos viene de fuentes recicladas.
Este final de un tratado universal para luchar contra la contaminación plástico, aunque se dice que seguirán las reuniones, tiene de malo que no tenemos ese acuerdo global que ponga fin a esa contaminación, se han desperdiciado 3 años de negociaciones en las que las petroleras no se han movido ni un centímetro para llegar a un acuerdo, y el multilateralismo sufre un nuevo golpe.
Lo bueno, por sacar algunas lecciones positivas, es que se ha evitado un mal tratado que no haría nada para abordar la contaminación plástica, las negociaciones han permitido conocer las dificultades que hay para llegar a un consenso con los negacionistas, contrarios a cualquier forma de protección ambiental.
Es la hora de que países como los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo del Pacífico, la Unión Europea y los países pioneros de América Latina y África sigan alineados en cuestiones clave para abordar la crisis de la contaminación por plásticos a lo largo de su ciclo de vida, como abordar la producción de plástico, prohibir las sustancias químicas tóxicas y establecer mecanismos financieros claros para su implementación.
Existen alternativas. Desde 1950, el uso de plásticos se ha multiplicado por 200, sobre todo por fabricar productos en envases de plásticos de usar y tirar, que responden a cuestiones de rentabilidad económica fundamentalmente, cuando durante siglos las sociedades se han alimentado y abastecido sin necesidad de este derivado del petróleo.
Pero el fracaso no es solo del tratado. También es de las y los consumidores, porque seguimos comprando la botella de agua de 50 céntimos, el envase con tres capas de plástico para un mísero snack, la bolsa que se rompe antes de llegar a casa... Porque no exigimos a nuestros gobiernos que negocien pensando en la gente y no en las petroleras.
Al hablar de los plásticos, no debemos olvidar, que la industria del plástico es en realidad la fuente de gases de efecto invernadero de más rápido crecimiento en el mundo. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) estima que las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de la producción, el uso y la eliminación de plásticos podrían representar el 19% del presupuesto global total de carbono para 2040.
La mayor parte de los plásticos que usamos hoy en día están hechos de combustibles fósiles como el petróleo, el gas o el carbón. Por lo tanto, la producción de plástico está profundamente ligada a la cadena de suministro de combustibles fósiles, y muchas empresas de combustibles fósiles poseen, operan o invierten en infraestructura de producción de plástico.
La emergencia climática en la que estamos debe plantearnos ir dejando de lado los combustibles fósiles y entre ellos la producción de plástico, que nos lleva a una contaminación generalizada y que afecta a nuestra salud.
*El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente