Preparar la casa para el invierno
Incluso con viviendas mejor aisladas, preparar la casa para el frío sigue siendo necesario
En Navarra, octubre marca un punto de inflexión: las mañanas se llenan de niebla, los días se acortan y el frío comienza a llamar a la puerta. En los últimos años, gracias a las ayudas públicas y al esfuerzo colectivo de técnicos, administraciones y comunidades de vecinos, se han rehabilitado energéticamente miles de viviendas. Se ha actuado sobre fachadas, cubiertas, carpinterías y cerramientos. Un trabajo intenso en el que los arquitectos técnicos –los aparejadores de toda la vida– hemos tenido un papel protagonista y que ha permitido que muchas casas antiguas alcancen hoy un nivel de confort y eficiencia impensable hace apenas una década.
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Ese esfuerzo merece ser reconocido. Quien vive en un edificio rehabilitado lo nota: menor gasto en calefacción, mayor bienestar térmico y una clara mejora de la calidad de vida. Pero incluso con viviendas mejor aisladas, preparar la casa para el invierno sigue siendo necesario. No todo depende de las obras: también importan los hábitos cotidianos y los pequeños detalles.
Ventilar la casa
Uno de los más importantes es la ventilación. En verano abrimos ventanas sin pensarlo, pero en invierno la tentación de mantenerlas cerradas es muy grande. Y ahí aparecen los problemas: la humedad que generamos al cocinar, ducharnos o simplemente respirar, si no encuentra salida, se acumula en cristales y rincones fríos. La consecuencia son las temidas manchas negras de moho, que no solo afean la vivienda, sino que afectan a la salud, sobre todo en personas con alergias o problemas respiratorios. Bastan diez minutos de ventilación diaria, con las ventanas abiertas de par en par, para renovar el aire sin enfriar en exceso la casa.
Humedad del aire
Además, hay recursos sencillos que ayudan a mejorar el confort. Uno de ellos tiene que ver con la humedad del aire. La calefacción reseca mucho el ambiente, lo que afecta tanto a nuestra piel como a las vías respiratorias. Una solución muy curiosa y eficaz consiste en colocar recipientes de boca ancha con agua congelada o muy fría cerca de los radiadores. Puede parecer una contradicción –“¿cómo algo helado va a ayudar en invierno?”–, pero tiene su lógica.
Al derretirse poco a poco, el hielo libera agua fresca que, al calentarse junto al radiador, se evapora de forma gradual. Cuanto mayor sea la superficie expuesta al aire –un vaso, un cuenco o un recipiente amplio en lugar de una botella con cuello estrecho–, mayor será la capacidad de humidificar la estancia. De este modo, se evita la sequedad típica de la calefacción y se respira un aire más equilibrado y saludable. Si en lugar de hielo pusiéramos agua a temperatura ambiente, se evaporaría menos y el efecto pasaría casi inadvertido. Con hielo, el proceso es más lento, más sostenido y, por eso, más eficaz. Con esto, no vamos a enfriar la casa, porque la cantidad de hielo es pequeña frente al calor de la calefacción, sino que vamos a mejorar la calidad del aire que respiramos.
Radiadores y papel de aluminio
Un recurso muy sencillo consiste en colocar detrás de los radiadores un cartón forrado con papel de aluminio. Ese espejo térmico refleja el calor hacia la habitación en lugar de dejar que se pierda en la pared. No es una ocurrencia moderna: ya en la Inglaterra victoriana se utilizaban planchas metálicas pulidas detrás de las chimeneas para proyectar el calor hacia la estancia y, de paso, dar más luz al fuego. Hoy, con un poco de ingenio y materiales al alcance de cualquiera, podemos aplicar la misma lógica en nuestros hogares.
El ingenioso truco del papel aluminio para que tus radiadores calienten más
Cortinas y burletes
Cambiar las cortinas ligeras del verano por telas más densas convierte las ventanas en auténticos abrigos. Y si una corriente se cuela bajo la puerta, un calcetín viejo relleno de arroz puede actuar como un burlete improvisado, tan eficaz como discreto.
Incluso los libros ayudan. Una estantería apoyada en una pared fría funciona como un aislante inesperado, además de aportar calidez estética. Y algunos detalles casi poéticos –una lámpara tenue en el pasillo, una manta en el sofá– convierten una casa en un hogar.
Horno ecológico
Otro detalle curioso es el llamado “horno ecológico”: colocar una maceta de barro invertida sobre un plato con varias velas encendidas. La idea es simple: el barro, al ser un material poroso y con gran inercia térmica, absorbe lentamente el calor de las velas y lo acumula. Después, lo difunde poco a poco al ambiente, de forma más uniforme que la llama directa. No calienta como un radiador, pero sí aporta una sensación agradable en estancias pequeñas o en una sobremesa tranquila. Además, transmite un ambiente acogedor, casi ritual, que recuerda a la tradición de reunirse en torno al fuego. Eso sí, conviene usarlo con prudencia, en un lugar estable y seguro, y siempre bajo supervisión.
Porque preparar la vivienda para el invierno es mucho más que evitar el frío: es cuidar de la eficiencia energética, de la salud de quienes la habitan y de esa sensación intangible de calor de hogar. Las grandes rehabilitaciones han sido un paso de gigante, pero el día a día depende de nosotros: abrir la ventana cuando toca, aprovechar mejor la energía y recordar que el confort también está en los pequeños gestos.
El autor es presidente del Colegio Oficial de Arquitectura Técnica de Navarra