En visita oficial a Madrid, el presidente Zelensky, de la asediada Ucrania, ha pedido ver el Gernika de Picasso. El retrato del horror de la guerra, el clamor de la humanidad ofendida sofocada por el terror. El mundo de hombres crueles sobre los demás, símbolo del terror no tan solo a una ciudad que celebraba una feria agrícola, sino afrenta al símbolo de la democracia de Europa, que sí lo reconocieron los pensadores ilustrados del siglo XVIII y la visitaron reverentes, que funcionaba como modelo sin paralelo, nacida de nuestro Fuero singular y democrático. Los junteros de Gernika entraban en la sala de juntas a deliberar sobre el bien de su comunidad perdiendo el nombre propio, y asumiendo el de la comunidad representada, avance democrático sin precedentes. Por eso la designaron Franco y los suyos para borrarla de la tierra. Aquellos hombres malvados se fortalecieron el fascismo alemán, y consolidado el golpe de Estado, se desató la guerra civil, nacieron los interminables años de franquismo que hace 50 años precemciamos morir.
Vi la noticia en la la televisión en blanco y negro que tenía entonces, luego tendría de colores, sentí alivio pero dolor por los que no pudieron regresar a sus hogares expoliados, entre ellos mi aita, porque el dictador y su equipo pervivieron casi medio siglo, como el destierro de los disidentes, que sumaron miles, más otros miles de personas en zanjas y campos de concentración, el silencio al que se sometió a los diversos pueblos por impuesta su unidad, y el ensañamiento al basko, en particular por su rebeldía tenaz. Porque el euskera, el idioma milenario, no murió conforme a sus planes. Operaban valientes las eusko etyxeak de América, sobre todo, la de Caracas, manteniendo reacciones como la de Radio Euzkadi, que quebraban el silencio de la abominable dictadura.
Franco, eso intentó, sujetar el pensamiento de los pueblos, los quiso convertir en una tarada multitud obediente a sus propósitos. No pensar es arma de todo dictador, sea de derecha o de izquierda, manteniendo las fronteras cerradas, las radios apagadas y los diarios y publicaciones, amordazadas, clave de su poder, esencia de su maldad. Hitlter y Mussolini, los grandes asesinos de Europa, los que llevaron a la humanidad a otra a guerra mundial, tuvieron su merecido, pero Franco logró sobrevivir a su insidia aunque la destrucción de Gernika marcó, al menos lo veo así, el inicio de una confrontación mundial de la que supo evadirse. Actuó con unos y otros, luciendo, eso sí, un hábil coqueteo de poder que indicaba siempre y sobre todo la muerte de sus adversarios, y de sus propios colegas. El móvil era sobrevivir el sobre todo y lo consiguió, aunque llevó al retraso al Estado que ambicionó firmar, y sus delirios de grandeza acabaron sin dejar en la Historia más enseñanza que su maldad e ignorancia, su ansia de poder y su tenaz empeño en asesinar. Murió matando.
Recuerdo aquellos días en que apuramos, desde PNV/EAJ, restaurando un partido desde la clandestinidad y el pacifismo, pero con la absoluta convicción de que éramos un pueblo que tenía derecho no tan solo a expresarse en su idioma, sino a vivir acorde a los avances democráticos de la Europa que nacía del escombro de la guerra mundial. Teníamos la vista puesta en los logros libertarios porque en cierta manera eran los nuestros desde el reino de Nabarra y posiblemente antes cuando establecimos que los Pirineos no eran fronteras sino caminos abiertos para el paso humano, el tráfico de animales, para el fluir de la la vida. Ese gran bien que alejaba la guerra y permitía disfrutar en nuestra infancia, juventud y madurez. La vida como un don benigno, gratificante, enriquecedor por poder ver las salidas y puestas del sol, el circuito plateado de la luna, el cambio de las estaciones... hoy espero como un regalo la primera nevada del final del otoño poder contemplar los montes tranquilos sino la presencia de ejércitos, ni controles... los que padecimos en su día, los que aún padecen Ucrania y Palestina. Lo que quieren imponer hombres como Putin y Trump, embebidos en su gloria personal, empobreciendo al mundo entero del derecho que nos acoge de vivir en paz.
Como mujer, rechazo la dictadura franquista. Mientras en el mundo de Europa occidental se iban conquistando puestos en los trabajos, en la educacion y en la política, solventes, el franquismo y su maquinaria mantenía a la mujer como menor de edad de principio al final de su vida, sujeta a la tarea del mantenimiento de niños, ancianos, enfermos. La mujer no era dueña de sus cuentas, ni validaba su firma. Para un pueblo como el basko, cuyas mujeres eran dueñas de caseríos y los gerenciaban, resultaba inadmisible.
Como mujer, tuve el privilegio de dar a luz a mis hijos, con la esperanza no solo de prolongar la especie sino de mejorarla. Recuerdo que ante el régimen apocalíptico donde se mezclaba tanto la religión como la milicia, donde se operaba con el saludo forzado de alzar el brazo y repetir frases consagradas, recuerdo que al ver a mis hijos, junto a mi esposo, pedimos al Señor que nunca les viéramos en la necesidad de usar un arma. El cuadro de Gernika con las víctimas abriendo la boca por el terror del bombardeo, la destrucción del fuego, la insensatez de destruir lo criado, nos acompañaba. Nos perseguía. Hijos y nietos de exiliados, solo queríamos para los nuestros y los otros la tolerancia de la paz.
La autora es bibliotecaria y escritora