Muchos niños y no tan niños han echado partidas alguna vez al célebre juego de la Oca. El tablero está formado por 63 casillas y gana el primero en llegar a la meta. Las reglas son muy sencillas: se tira un dado y se avanza según el número que haya tocado. Caer en una oca es una ventaja: “de oca a oca y tiro porque me toca”. Existen una serie de casillas especiales, que tienen normas particulares. En la posada se pierde turno. Si caemos en el puente vamos directamente el siguiente: “de puente a puente y tiro porque me lleva la corriente”. En los dados podemos ir hacia adelante o hacia atrás, según hayamos caído en el primero o en el segundo: “de dado a dado y tiro porque me ha tocado”. Permanecemos en el pozo hasta que otro jugador caiga allí y pueda reemplazarnos. La cárcel, dos turnos sin tirar. En el laberinto se debe retroceder a la casilla 30. Por último, si caemos en la calavera debemos volver a empezar.

¿Por qué no hacer una analogía entre este juego y la vida? Para eso regresaremos a las casillas anteriores. Muchas veces nos quedamos apalancados en posadas reales o virtuales, perdiendo el turno más importante: el nuestro. El caso más nombrado viene dado por la hiperconexión que generan los teléfonos móviles, la cual se va haciendo cada vez más sofisticada. Antes pasábamos más tiempo en las redes sociales, ahora los algoritmos nos llevan al denominado scroll infinito: una página lleva a otra, otra, otra y otra. En este caso se puede añadir una sugerencia de interés. Una moda nueva no menospreciable es la formada por los denominados microhábitos, los cuales son pequeñas ideas que aplicadas una y otra vez contribuyen a mejorar nuestra vida. La recomendación: cada vez que consultemos el móvil, levantarnos. Es decir, hacerlo de pie. Sólo con el número de veces que dedicamos a mirar el aparatito de marras nos puede alcanzar para tener una buena sesión de gimnasio.

Nos dejamos llevar por la corriente. No hacemos muchas actividades que nos vendrían de maravilla por comodidad. En un estudio asombroso se comprobó que una gran cantidad de maletas no habían cambiado la contraseña de referencia, un número que no parece muy difícil: el 1111. Si somos incapaces de realizar un esfuerzo tan minúsculo y además sabemos que las empresas o políticos lo saben, asusta pensar cómo eso afecta a nuestras decisiones diarias. Lo más utilizado: el contrato por defecto. Si se nos olvida, nos renuevan directamente. El caso de algunos seguros es más sofisticado: se debe revocar el contrato con un mes de tiempo.

Los dados simbolizan el azar de la vida. Su influencia es enorme. Algo tan estúpido como un resbalón con caída incluida tiene un efecto que va desde algo chistoso hasta un fallecimiento. Richard Wiseman, investigador británico, creó una escuela de suerte. La mayor parte de los titulados tenía más fortuna después de finalizar sus estudios. Sí: es necesario ver como oportunidades lo que parece ser, a primera vista, un encuentro casual, un error o incluso un contratiempo.

El pozo simboliza el abandono, un momento en el que nos sentimos tan abrumados que no sabemos cómo salir del agujero. Existe un claro desajuste entre la naturaleza humana y la forma de vida que rige en nuestra sociedad. Para mantener un mínimo equilibrio es necesario trabajar de manera constante nuestra mente, sea con la meditación, el descanso, la lectura o la reflexión. Si es necesario, se debe pedir ayuda a nuestro entorno o a profesionales. Lo más obvio: es mejor prevenir que curar.

Estar en un laberinto implica no saber hacia dónde vamos. No existe viento favorable para quien no sabe hacia dónde va. Todavía hay más: en muchas ocasiones tenemos proyectos personales, sociales o empresariales enquistados de los que nos cuesta salir. Una retirada a tiempo puede ser una victoria.

La calavera implica volver a la casilla de salida. A veces es la mejor opción. Remarcar el efecto que tienen, en esta ocasión, los costes hundidos. Si gastamos mucho tiempo y/o dinero en un proyecto realizamos una contabilidad mental errónea: repartimos el gasto a lo largo del tiempo. Eso es cierto cuando pagamos una hipoteca; no lo es ni hemos montado un negocio que no ha salido como esperábamos.

Entrar en el jardín de la Oca supone la victoria. Ahora bien, ¿qué es ganar? ¿Tener más dinero? ¿Hacer lo que deseamos? ¿Sentir que controlamos el tiempo? ¿La paz espiritual? ¿Una familia estable? La respuesta debe estar dentro de cada uno de nosotros, aunque las preguntas deben ser siempre formuladas de forma adecuada.

Podemos usar el acrónimo OCA como ayuda diaria. O para ordenarnos, C para crear la realidad, A para adelantarnos a ella.

Así es el juego de la vida.

Economía de la Conducta UNED de Tudela