Más allá de las luces

Al encendido de las luces de Navidad en Tudela acudieron a la plaza Nueva cientos de personas. Pequeños y mayores ilusionados llenaron por completo la plaza para ver el espectáculo. Todo ahora es espectáculo, todo tiene que ser grandilocuente. Me cuesta creer que la luz de la Estrella de la Navidad sean estas nuevas luces led, que a miles tratan de ser algo bonito.

¿Qué hay más allá de las luces que estos días iluminan profusamente algunas de nuestras calles? Yo veo calles sin vida, con comercios que se cierran. Mercerías, tiendas de telas, ferreterías, tiendas de muebles, pescaderías, carnicerías, hasta oficinas bancarias… tiendas de toda la vida que se cierran, y que no se abrirán más, dando paso a locales vacíos, tiendas de grandes cadenas o a bares con grandes terrazas.

Primero fueron los centros comerciales que se construyeron en las afueras, máximo exponente de la cultura del coche. Y después como otro mazazo las ventas por internet. El pequeño comercio desaparece, y con ellos la vida de nuestras calles. Más allá de esta borrachera lumínica veo persianas que se cierran.

Ante el cambio de los tiempos quizás muchas de las personas que acudieron al encendido de las luces llegaran a casa y compraran por internet algún artículo. Porque esa es otra de las patas de este nuevo tiempo, además del espectáculo, el consumismo.

Me gustaría que se revitalizaran las calles, el pequeño comercio. Una de las mejores formas de hacerlo es peatonalizándolas. Un modesto librero de Pontevedra decía que antes los coches no paraban en su librería, y que con la peatonalización de su calle, la gente empezó a entrar en su tienda y a vender más libros.

Otro aspecto del que quizás no seamos muy conscientes es el de la contaminación lumínica. No sólo las luces artificiales afectan a las aves, los murciélagos o los insectos, también nos afectan a nosotros. Por eso la Ley Foral de Cambio Climático, que ahora está en revisión, habla que la iluminación de las ciudades deberá evitar la “intrusión lumínica”. Eso seguro que en verano lo tenemos claro cuando en las noches tórridas nos entra la luz de la farola que justo tenemos enfrente de nuestra ventana y no nos deja dormir. En realidad toda esta excesiva iluminación no sólo nos impide ver las estrellas, sino conciliar el sueño de manera correcta. Pero en fin, este moderno sistema también nos aporta el remedio en forma de pastillas con melatonina.

El científico Johan Eklöf, experto en murciélagos, nos alerta del crecimiento de la contaminación lumínica, que cifra en un aumento del 2% cada año, lo que está teniendo consecuencias fatales sobre estos mamíferos alados. También las emisiones de gases de efecto invernadero no paran de aumentar a nivel global o la cantidad de residuos. Se dice que esta iluminación navideña es de bajo consumo y que por eso se pueden iluminar más calles. Se pierde una gran oportunidad de iluminar de manera más eficiente las calles, reduciendo y no aumentando la iluminación. Y como digo, tampoco se piensa en los residuos, porque estos adornos lumínicos no son fácilmente reutilizables, ni reciclables. 

Ojalá este pequeño artículo sirva, aunque solo sea por un momento, para pensar en que toda esta gran carrera de la iluminación navideña no nos lleva a ningún lado. Pensemos en lo modesto, en lo pequeño. Pensemos en que detrás de estos fastos está el día a día de nuestras calles. Quizás estemos cegados por tanta luz y no veamos que nuestras calles, así como el Planeta están cambiando, y no para bien. Por eso reivindico pequeños comercios con productos kilómetro cero, y no productos que vienen en contenedores con una huella de carbono insoportablemente elevada, que acaban en centros comerciales o traídos por un repartidor, con un salario precario y que para más inri aparca en doble fila y deja el motor encendido.

El autor es portavoz de Ecologistas en Acción de La Ribera