a poco más de doce horas para el Chupinazo, el Hércules dio por concluida en El Sadar la estancia de un año de Osasuna en Segunda y le sepultó de nuevo en el pozo de la Tercera División. Ocurrió un 5 de julio de 1970, con la ciudad inundada ya del aroma festivo, con camisas, pantalones y pañuelos recién planchados, con anuncios en prensa que anticipaban lo que venía (A los toros con champán Karry), junto a las crónicas previas que anunciaban el difícil trance por el que iban a pasar los rojillos. Sucedió horas antes del 6 de julio y más que un Riau-riau, el estadio terminó entonando el Pobre de mí entre los silbidos a un equipo que culminó una temporada desastrosa en una eliminatoria de promoción a la que había llegado descansado, como favorito y quizá confiado en exceso. Y lo pagó caro.
El azar (y un curso nefasto, tanto en lo institucional como en lo deportivo) quiso cruzar a Osasuna (decimoquinto y condenado a la promoción) con el Hércules (campeón del grupo VI de Tercera). Porque el inmerso en el doble partido bien pudo haber sido el Logroñés, pero el cuadro riojano apeó al alicantino en una eliminatoria previa que necesitó de encuentro de desempate en el Santiago Bernabéu y de prórroga para quedar resuelta.
Tanto esfuerzo suplementario del Hércules mientras la plantilla de Osasuna preparaba la promoción y la supuesta diferencia de categoría tenían al osasunismo confiado en exceso. "Ninguno de los dos equipos puede ser un difícil rival para Osasuna", quedó escrito al conocer que Logroñés o Hércules serían rivales en la lucha por la supervivencia. Sin embargo, había un pero: "...en el caso de que a los rojillos les salga un partido normal".
Y los rojillos habían cuajado muy pocos partidos normales en aquel curso de 1969-70. De hecho, Osasuna estaba instalado en una situación anómala. El responsable del club, Emilio García Ganuza, era presidente interino; al entrenador, Juanito Ochoa, le destituyeron a falta de dos jornadas para concluir el campeonato; y la plantilla conoció poco antes de la decisiva eliminatoria que los planes de la Directiva pasaban por despedir a la mayoría de los jugadores. El ambiente estaba enrarecido.
En esa situación, el papel de Miguel Blanco -entrenador de urgencia junto a Sabino Andonegui- no era sencillo. Aún hoy, el único técnico que logró un doble ascenso en la misma temporada (con el primer equipo y con el Promesas) no guarda recuerdos, ni buenos ni malos, de esa promoción. "Fue tan desagradable...", resume para describir lo ocurrido. Blanco no habla ahora ni lo hizo tampoco después de aquellos dos tristes partidos.
la eliminatoria
Un partido raro en Alicante
"El Hércules colocó en el área más gente que en el Riau-riau", describía un periodista local en la crónica tras el consumado descenso. Al cuadro alicantino, el 4-0 de la ida le ponía el ascenso en bandeja y no hizo nada para alterar el desenlace, salvo encajar un gol en Pamplona.
Todo quedó sentenciado el 28 de junio en Alicante. Demasiada autosuficiencia ("todo parecía llano y sencillo para los rojillos", seguía insistiendo la prensa); demasiados errores inesperados (un gol directo de córner ayudado por el error del portero, otro fallo "garrafal" del guardameta al blocar el balón...); demasiadas suspicacias también hacia el papel de algunos futbolistas... "No me enteraba de mucho", acierta a explicar hoy Juan Jesús Ostívar, entonces un prometedor delantero de apenas 20 años. "Tenían un buen equipo. Nos dieron un repaso", apostilla. Sabino, que formaba tándem con Blanco, reconoció después del encuentro que "han fallado todos atrás. Echevarría (el portero), que normalmente es un hombre seguro, hoy no ha estado así". Cosas del fútbol, en fin.
Aunque con casi todo decidido, el osasunismo apeló a la épica para el compromiso de vuelta. Casi se llenó un estadio que entonces podía acoger a 25.000 almas, hubo ambiente presanferminero en las gradas, pero del entusiasmo inicial por remontar se giró a la crítica conforme caían los minutos.
"Ahora, el bullicio de las fiestas..., las vacaciones... Buenos días para olvidar, por el momento, lo que la caída supone y su trascendencia. pero el mal está hecho y no tiene remedio", dejó escrito Echeverría en Diario de Navarra.
La caída supuso, a fin de cuentas, dos años consecutivos en Tercera.