EL Molinón huele a fútbol por los cuatro costados, por esas gradas centenarias, desgastadas, ávidas de reformas que custodian un césped casi siempre inmaculado y que favorece el actual juego ofensivo, combinativo y sin complejos de un Sporting que transita en una cómoda posición en la tabla pese a sus escasos recursos económicos.
La afición rojilla que se desplace a Gijón se encontrará con un estadio de circunstancias. Situado en un bello y tranquilo enclave, rodeado del Parque de Isabel La Católica, del Palacio de Deportes (en el que jugó en la ACB el extinto Gijón Baloncesto), del recinto de la Feria de Muestras y de la desembocadura del río Piles, que va a parar al extremo oriental de la playa de San Lorenzo, a escasos cinco minutos del coliseo gijonés, El Molinón, propiedad del Ayuntamiento de Gijón, no ofrece hoy su mejor cara. 101 años de historia tienen la culpa. 101 por lo menos. Tan antiguo es el estadio que no se tiene constancia de cuándo fue construido e inaugurado. Sólo se sabe que en mayo de 1908 ya se jugó en su césped un partido, y que las crónicas que hablan de él no dicen nada de que fuera el primero.
El estadio, que debe su nombre a un viejo molino situado en aquella zona, al cual hace referencia también el Parador Nacional Molino Viejo, casi adosado al campo sportinguista, acusa el paso del tiempo, pese a la reforma (calificada por muchos como un "parche") efectuada para la disputa del Mundial de España"82, en el que albergó los tres partidos de la primera ronda que disputó Alemania Federal. Por entonces, cuando no se exigía que todo el público estuviera sentado, su aforo se elevaba a 42.000 espectadores. Hoy, no llega a 26.000, aunque el lavado de cara al que está siendo sometido le acercará a los 30.000. Una ampliación necesaria -quizá incluso insuficiente- para una de las aficiones más unidas a su equipo y que más se desplaza con él en las conocidas como mareonas.
las obras
Remodelación en lugar de un campo nuevo y vestuarios provisionales en el exterior
El caso es que quien se acerque este fin de semana a El Molinón se va a encontrar con algo tan curioso como ver los vestuarios fuera del estadio, en plena carretera, debido a las obras que se están realizando en los interiores. Unas instalaciones modulares, con poco glamour por fuera pero perfectísimamente equipadas por dentro, a las que se accede por un túnel que se habilita al inicio y al final del partido.
Mientras, el estadio en sí también refleja por fuera y por dentro el paso del tiempo, con obras importantes en las gradas. No se han derribado para reconstruirlas, pero se ha mantenido poco más que la estructura, renovando poco a poco todas las instalaciones y asientos.
La decisión de remodelar un estadio tan vetusto (si nadie se enfada por usar el término con el que Clarín se refería a Oviedo en La Regenta) no ha gustado a gran parte de la afición, que creía necesaria la construcción de un nuevo campo, como hacen la mayoría de los equipos, y que piensa que esta actuación no es más que un remiendo que no será demasiado duradero. Pero el Ayuntamiento cree que de estas obras surgirá un estadio aparentemente nuevo y no estima oportuno invertir mucho más dinero en construir un nuevo estadio que vaya a ser utilizado por una sociedad anónima deportiva, habiendo necesidades mucho más apremiantes en la ciudad.
Además, las obras no han estado exentas de polémica, de ahí que caminen con un retraso notable. A finales de 2006 se adjudicaron a la entidad La Ruta del Molinón, que mostró un ambicioso proyecto pero que en dos años de obras apenas realizó nada, con lo que el Ayuntamiento terminó por rescindir el contrato con esa empresa y, además, tuvo que multiplicar un presupuesto que no ha dejado de crecer, ya que conforme se van efectuando las reformas se detecta que hay más zonas que requieren una puesta al día.
equipo y estadio
Ambos centenarios resurgen ahora tras una travesía difícil
En cualquier caso, era necesaria una actuación urgente en un estadio que presentaba incluso riesgos para el espectador por el deteriorado estado de algunas zonas. Cuatro o cinco años atrás, el aspecto de El Molinón iba de la mano de la situación del Sporting, un club que nunca podía pagar ni un euro por un traspaso, que ya ni aspiraba al ascenso a Primera, que estuvo a punto de desaparecer y que pasó por una complicadísima travesía, con concurso de acreedores, intervención judicial, etcétera, de la que ha salido enormemente fortalecido, reduciendo su deuda a marchas forzadas, con una acertadísima política de fichajes y confiando, como siempre, en su cantera, en Mareo, en esas instalaciones que, junto a las propias marcas del club, se vio obligado a vender al Ayuntamiento, que siempre ha estado a su lado, para no desaparecer.
El centenario equipo (se fundó en 1905), en Primera y en zona tranquila, de la mano de dos personas muy serias y trabajadoras, su presidente, Manuel Vega Arango, y su entrenador, Manuel Preciado, va resurgiendo. Al igual que el Molinón, ése que albergó conciertos de Rolling Stones, Bruce Springsteen, Sting, Paul McCartney, Bon Jovi, Tina Turner o Dire Straits, y en el que se inventó en 1979 el grito indignado de Así gana el Madrid, por las ayudas arbitrales que recibía (aunque luego ese cántico lo asumió orgullosa la afición merengue para celebrar sus triunfos), ése que ahora se pone al día, preparado para seguir oliendo a fútbol hasta el próximo centenario.