'Nos mantendremos...'
es tiempo de himnos. Cuando las cosas se ponen feas, la gente aprieta los puños, cierra filas y le salen de muy adentro canciones que son una llamada a la unidad y al combate. Canciones que les identifican y les reafirman como miembros de un grupo. El Sadar entonó ayer antes de comenzar a rodar el balón un Riau-riau que liberaba angustias, cargaba las pilas, pero no ocultaba que a esas miles de gargantas no les pasaba ni una gota de saliva. Sobraban los motivos. Por primera vez, y a cinco partidos de echar el cierre a la temporada, entre Osasuna y la Primera División se abría un abismo de puntos por el que caían despeñadas las ilusiones y los esfuerzos de once años. La otra orilla, la de la permanencia, estaba tan lejos antes de las nueve de la noche que era casi imposible no escuchar una conversación en la que no hablaran del descenso, de la Segunda División, del Numancia y del Mirandés si sube. Así es difícil cantar e incluso recordar cómo comienza el Padrenuestro. Decían quienes están más cerca de los jugadores que les veían tranquilos, que sus caras no delataban ni nervios ni miedos. Si esto es así, que no hay por qué dudarlo, el fútbol que desplegaron sobre el campo en esta situación crítica tiene pues mucho más que ver con esa irregularidad expuesta desde agosto, con la falta de mayores talentos en la plantilla, con la ausencia de un hilo conductor en el juego y con la escasez de gol. Osasuna, si va a ganar los puntos que necesita para salvar el cuello, no lo hará arrollando, mordiendo como antaño, amedrentando al rival, sino trabajando mucho, manteniendo el orden en las líneas y defendiendo sin un solo fallo. Como ayer. Y con mucha fortuna, que todo hará falta. Porque si no aparece el hombre que descerraje la caja fuerte del rival (el fallo de Camuñas en el mano a mano con Guaita es sintomático de ese déficit rematador), el milagro llegará en forma de rebote, de carambola o de penalti injusto. Pero llegará. Llegará mientras los jugadores corran hasta la asfixia y aunque desde el banquillo Mendilibar no esté muy diligente a la hora de los cambios. Cuando se fue Cejudo, por ejemplo, Monreal llevaba varios minutos reclamando auxilio porque estaba en continua inferioridad en su banda. Sola jugó muchos minutos fundido. Pero bueno, es comprensible que también al entrenador le pueda la presión si desde el banquillo solo escucha en los cuatro minutos de prolongación el castañeteo de dientes, el roer de uñas y el crujir de las tabas de los dedos. Así parece que será hasta el último domingo. Con todos juntos y cantando himnos. Me atrevo a sugerir uno de Queen, las primeras frases de Innuendo, que vienen al pelo: Mientras el sol esté en el cielo y el desierto tenga arena/mientras las olas rompan el mar y se encuentren con la tierra/mientras haya viento y las estrellas y el arco iris/nos mantendremos intentando/hasta el fin del tiempo...