El equipo del último día
EL fútbol y la religión están estrechamente unidos. Los ritos, sus mitos, la simbología y hasta el recogimiento en los momentos críticos guardan numerosos paralelismos. Qué vamos a contar aquí de las plegarias a voz en cuello cuando Osasuna lanza un córner que puede decantar un partido, de las peregrinaciones anuales de la plantilla a Javier (incluidos ateos y musulmanes) y hasta de las oraciones antes de saltar al campo. Por no llegar al extremo de esa Iglesia Maradoniana. Aquí, estos últimos once años en Primera División han generado un gran número de feligreses que profesan una fe ciega en los prodigios que obra el equipo del último día. Hay más argumentos para creer en él que milagros se le pueden atribuir a Juan Pablo II para ser elevado a los altares. Así que esa Iglesia osasunista del último día ya ha desempolvado las sagradas escrituras (toda la estadística de resultados de los años anteriores), ha sacado el rosario y pasa la mano por sus cuentas de un lado a otro mientras masculla algo sobre "la salvación". Curioso también el término -salvación- cuando se trata de definir los espacios deportivos entre el cielo (la Primera) y el infierno (la Segunda). El caso es que Osasuna acude de nuevo a esa suerte de juicio final en el que pasa el examen por todo lo realizado durante diez meses. A primera vista, un beneficio de 44 puntos no debería haber deparado problemas, pero este loco final de curso ha llevado las cosas hasta un extremo insospechado. Es, en fin, el extremo en que se ha colocado el propio equipo, que después de tres magníficas victorias consecutivas dejó escapar ayer una franca posibilidad de haber arreglado sus cuitas con el destino. Pero, si lo nuestro es llegar al último día para demostrar que profesamos la religión verdadera, bienvenido sea un año más. Otros se han ido por el mismo desagüe. Desde hoy, levantaremos altares para aquellos a quienes crucificamos al acabar el compromiso de ayer: a Nekounam por desaparecer en la segunda parte, a Vadócz por no creer en el contacto con el balón, a Cejudo por no aparecerse en carne mortal hasta el último cuarto de hora, a Sola por ser tan caritativo y pegarle al balón tan mal y tan blandito sin hacer daño al portero, a Damiá por no ser más agresivo en la jugada del primer gol... ¿No ven los incrédulos que de alguna parte viene la bien ganada fama de Osasuna de ir resucitando rivales moribundos? Ayer le tocó a un Getafe miedoso y agarrotado, beneficiado por una bajada de tensión en el medio campo, por un gol en propia puerta y por un abandono de las bandas durante 75 largos minutos. Así que, copiando los preceptos de nuestros hermanos de la Iglesia de los santos del último día (mormones), recordemos desde hoy a la plantilla la importancia de fomentar una ética de trabajo y alentar los valores del deporte. Pero, por nuestra parte, será imposible cumplir, como los mormones, con esas normas que prohíben el consumo de tabaco, café y alcohol. Los dos primeros, por calmar los nervios hasta el duelo con el Villarreal; y el último, para celebrar la salvación. Así sea.