sevilla - Frente a uno de los jefes de la categoría y principal candidato al ascenso directo, Osasuna estaba obligado a apretar el paso porque las señales que viene mandando el campeonato es que a estas alturas todo el mundo espabila. Y el equipo de Mateo vivió una auténtica pesadilla, con un resultado en contra excesivo, con un castigo muy pesado. El quid de la cuestión de este Osasuna reside en que sí se hacen muchas cosas bien y se pierde con estrépito, o las virtudes no son tantas o se camina sobre el barro, siempre buscando el patinazo.

Osasuna esprinta desesperadamente contra el crono. El aseo de equipo que ha impuesto Mateo es incuestionable, pero las hojas del calendario caen sin que se haya ganado, sin que haya habido una reacción que se pueda cuantificar en puntos, con el descenso metido en el tuétano del equipo, sin dar un portazo y salir corriendo.

Los rojillos tiemblan en la clasificación y enumerando obviedades (que el equipo juega bien ahora a ratos, que hay más carácter y coraje en las disputas, que no se aprovechan las ocasiones, que hay errores individuales muy penalizados, que los otros aciertan mucho más, que la plantilla está desequilibrada, que...) solo se está completando un epitafio.

Al osasunismo solo le puede quedar la fe para que se rompa en estos diez encuentros la racha de otros tantos sin ganar. Mientras, el líder de la categoría se acongojó sólo un rato antes de consumar la goleada, la pesadilla, la tortura matinal bajo el sol.

En otro encuentro extraño, con muchos méritos que contar y situaciones fatales después, los rojillos volvieron a engatusar y decepcionar. Todo en noventa minutos. El primer acto resultó una adaptación mejorada de lo que Osasuna viene ofreciendo últimamente, desde donde se está viendo algo más de la mano de Mateo como entrenador. El Betis, sorprendentemente, se puso en acción con demasiados nervios, sin conectar con sus hombres de referencia, Molina y Rubén Castro, temblando en la zaga y ahogados en el eje.

El conjunto andaluz llegó por primera vez al área de Osasuna pasado el minuto 20 y se marchó al descanso sin ni siquiera tirar entre los tres palos. Un escenario ideal para un buen Osasuna. Algo desesperante para una grada local entregada al menor suspiro de intención o peligro, pero igualmente malhumorada ante la falta de ideas, muy crítica con los suyos con el paso de los minutos.

En ese ambiente caldeado, Osasuna jugó casi siempre bien, llegó a tener el dominio del partido y, como viene siendo habitual, sólo le faltó la pimienta a sus acciones de juego ofensivo. Álex Berenguer ofreció de nuevo salidas y combinaciones a sus compañeros y el fútbol de apoyos entre Roberto Torres, Sisi y Nino abrió pasillos, inquietó a los laterales, hizo correr hacia atrás a los medios. Osasuna metía mucha bulla, ponía su juego en el césped, pero su jaleo en las postrimerías del área no llegaba a mayores. La cosecha de buenas sensaciones no le basta a este equipo, como le enseñaron un poco después.

Tras haber tirado la primera parte a la basura, algún secreto debía tener guardado el máximo candidato al ascenso para tener un expediente tan válido. Y lo mostró. El Betis salió mucho mejor en el segundo tiempo y Osasuna pagó su hegemonía sin gol, el esfuerzo, la mayor calidad del rival, los errores propios... El muestrario de calamidades que se cita alrededor de un equipo que lleva diez jornadas sin acordarse de lo que es ganar, que no encuentra colchón que detenga ni amortigüe la caída pese a estas nuevas señales para la esperanza del equipo.

El Betis salió a ganar, le metió otra marcha a su juego y Osasuna se vio arrancando. El gol de N’Diaye, tras la jugada de seda de Ceballos, el dinamizador de la reacción de su equipo, derrumbó a Osasuna. La acción llegó tras una jugada en la que a Berenguer se le negó la chispa de otras correrías (le anularon un golazo en el primer tiempo por una fuera de juego que no disminuye el mérito del zapatazo) y no acertó a conectar con Sisi, otro de los destacados, que corría solo tras escabullirse de todos.

Asier Riesgo no midió su salida en un córner y Rubén Castro se aprovechó de la situación para hacer el segundo gol ante un Osasuna ya liquidado y sin capacidad de reacción. Los veinte minutos finales fueron un infierno, con otro gol más en una contra bien hilada entre Jordi Figueras y Molina y la pelea honrada de este Osasuna que pelea con decoro, pero no le alcanza para detener su caída. Otra pesadilla.

BetisOsasuna

4Tiros a puerta3

9Tiros fuera6

13Ocasiones de gol9

15Faltas cometidas12

17Balones al área21

5Córners6

4Fueras de juego2

53%Posesión47%

16Intervenciones del portero6