pamplona - “La historia juzgará lo que he hecho por Osasuna”. La frase lapidaria de Fermín Ezcurra Esáin (Oricáin, 12 de septiembre de 1923) ponía en marzo de 1994 el epílogo a 23 años como presidente de Osasuna. En la madrugada de ayer, la vida de uno de los personajes más influyentes del deporte navarro en el pasado siglo se apagaba para siempre. Su trabajo y dedicación, la gestión austera que hizo de los recursos del club, la visión de futuro que acompañó casi todo su mandato llevaron a la entidad rojilla a alcanzar cotas insospechadas cuando accedió a la presidencia en noviembre de 1971 en plena crisis económica y deportiva. Hoy, entre los legados que quedan de su gestión, de lo que siempre defendió como un club “modesto”, hay dos que encarrilan su futuro: su condición de club deportivo y no de sociedad anónima y las instalaciones de Tajonar, ahora en manos del Gobierno de Navarra.
Fermín Ezcurra responde al prototipo de hombre hecho a sí mismo. De extracción social humilde, a los 14 años (y residiendo con sus padres y cinco hermanos en Pamplona) terminó la escuela e ingresó en la Caja de Ahorros Municipal de Pamplona como botones. Mientras trabajaba, asistió a academias y cursos de capacitación y su constancia le ayudó a subir peldaños primero como oficial, luego jefe, subdirector, hasta alcanzar la dirección de la entidad en 1982 sustituyendo a Miguel Javier Urmeneta. Sin más relación con el fútbol que su condición de aficionado, fue su faceta de gestor -y la de velar por el buen uso del crédito concedido por la caja- la que provocó su presencia en la junta directiva que presidía Emilio García Ganuza. La dimisión de este le animó a dar un paso al frente, lo que fue refrendado por la asamblea de socios de manera unánime.
El 26 de noviembre de 1971, en el salón de actos del antiguo edificio de Sindicatos, Fermín Ezcurra y Pedro Ciriza Barbero se postularon a la presidencia. Este último no fue admitido porque no cumplía el mínimo de tres años como socio. Ezcurra recibió 78 favorables y 6 negativos. De aquel acto, el entonces gerente, Ángel Vizcay Martínez, recogió en acta que el nuevo mandatario expresó “su decidida voluntad de laborar por el bien de nuestro club”.
Los comienzos no resultaron sencillos; el club arrastraba una importante deuda tras el cambio del campo de San Juan al estadio de El Sadar y en lo deportivo caminaba sin rumbo en un bucle de ida y vuelta de Segunda a Tercera división sin encontrar estación de destino. El punto de inflexión hay que localizarlo en mayo de 1977. En aquellas fechas Osasuna resuelve a su favor el último ascenso a Segunda y Ezcurra informa de la compra de unos terrenos (unos 70.000 metros cuadrados) en el término municipal de Tajonar donde prevé construir campos de juego para la cantera. Estaba poniendo ya los pilares de lo que será la etapa de mayor esplendor en la historia de Osasuna.
ascenso y superávit En junio de 1980 llega el ascenso a Primera división. Ezcurra emulaba así a otro presidente, Natalio Cayuela, que hizo el mismo recorrido de Tercera a Primera en los años treinta. Solo que esta vez el éxito deportivo vino acompañado de una excelente gestión económica lo que ayudó a sanear la entidad y ponerla a los ojos del deporte (no solo en Navarra sino en el resto del Estado) como un modelo de gestión ejemplar. Mientras el resto de clubes engordaba su deuda, Ezcurra, hombre de voz y gesto monacal pero firme en sus decisiones, presumía de no gastar nunca más de lo necesario, acompañando su explicaciones de aquel reiterado latiguillo de “Osasuna es un club modesto”.
En la década de los ochenta Ezcurra le dio al vuelta al calcetín; levantó las instalaciones de Tajonar, rompió la política del club fichando a un jugador extranjero (algo que no ocurría desde la llegada de Walter en 1923), el equipo jugó por primera vez una competición europea, alcanzó las semifinales de la Copa del Rey, terminó cuarto una Liga y amplió el estadio con la edificación de una tribuna entre otras cosas. Todo ello sin salirse de los estrictos márgenes que dictaba la economía ezcurrista.
En ese tiempo de bonanza, sin embargo, Ezcurra tuvo dos frentes abiertos; el primero tenía que ver con el Plan de Saneamiento de los clubes; el segundo, con la implicación de la afición. El presidente de Osasuna batalló en todos los foros para hacer entender que el plan de ayuda a los clubes en crisis no era otra cosa sino un premio a la mala gestión; que otros fichaban futbolistas con el dinero que no tenían y que eso era un agravio comparativo con los excelentes números que presentaba Osasuna. De aquellas diatribas, Ezcurra consiguió dos cosas: que le pagaran al construcción de una nueva tribuna y que el club no tuviera que adoptar la forma jurídica de sociedad anónima.
El otro frente, el de la afición, le fue desgastando hasta empujarle a presentar la dimisión. Ezcurra nunca entendió la baja asistencia de espectadores (pero sobre todo de los socios) en los partidos de la segunda presencia del equipo en Copa de la UEFA; más aún, que le reprocharan que cobrara a los socios por presenciarlos. Ese distanciamiento fue a más y alcanzó su punto culminante en la temporada 1993-94, con el equipo hundido en al clasificación de Primera división, viéndose obligado a destituir como entrenador a todo un emblema del club como Pedro Mari Zabalza, un hombre con el que además tenía una estrecha relación personal.
Fermín Ezcurra, que también reflejaba en su carácter el prototipo de cuenco, se despidió una tarde de marzo de 1994 en medio de un gran revuelo mediático, ya que era en ese momento el presidente de club más longevo en el cargo. Con semblante sereno y fumando un puro confesó que, quizá por primera vez, “no tengo una solución”.
familia y ocio Se apartó voluntariamente de Osasuna pero nunca se alejó del todo. Casado con Pepita Zubeldia y padre de tres hijos, se entregó a la vida familiar. Asistía como espectador a los partidos en El Sadar acompañado de su esposa (fallecida hace unos años) y repartía su tiempo entre los paseos por la ciudad y la lectura. Amante de la caza y de la pesca, contó en cierta ocasión que decidió presentarse a presidente mientras cazaba en Valcarlos. Participó en las asambleas del club como compromisario, hizo valer su experiencia en algunas decisiones, pero el fútbol que él conoció se iba diluyendo y tomando el carácter de un negocio de enormes dimensiones.
En una entrevista concedida en 1991 a Navarra hoy con motivo del veinte aniversario al frente del club, a la pregunta ‘Y después de Ezcurra ¿qué?’, dejó una respuesta que con los años sigue siendo tan actual como motivo de preocupación en el osasunismo: “Mentiría si no digo que me preocupa. Si se presentara alguien de mi estilo -y no quiero decir que yo sea mejor ni peor- me parecería estupendo. Pero me da miedo, porque oyes por ahí cada disparate...”.