Osasuna igualó ayer el récord de victorias consecutivas en casa, se colocó líder y ganó un encuentro que siempre es especial para toda la masa rojilla como es el de la visita del Zaragoza. Todo ello, con una unión con la grada que casi cuesta recordar gracias al juego que desarrolla este equipo.

Hubo partido y vaya sí lo hubo. Con un entorno rojillo muy volcado en un acto tan importante como la votación para decidir la reforma de El Sadar, el equipo demostró que está enfocado únicamente en el césped. Los rojillos no salieron especialmente enchufados y el Zaragoza demostró que su clasificación es muy engañosa.

Los rojillos fueron arrebatando el balón a los visitantes como ellos saben, con una presión muy alta pero sin perder el orden. Los maños comenzaron a perder balones a un gran ritmo y Osasuna bombardeó la portería de Cristián que, como siempre que viene a Pamplona, se pareció más a Oblak que a un portero de Segunda.

Juan Villar las tuvo de todos los colores y comenzaba a tener gestos de desesperación. El delantero trabajó muy bien y se creó muchas de esas ocasiones. Se veía venir que tenía que ser él el que reventase el marcador en la segunda parte. Cuidado si el onubense vuelve a la senda del gol, porque puede convertir a Osasuna en un equipo aún más temible. Y ya es decir.

Y si los jugadores y técnicos han recuperado la esencia de Osasuna, la grada nunca falla. El ejemplo claro fue cuando Oier cometió ese error que dejó a Álvaro solo ante un Rubén que achicó muy bien el espacio para que el delantero no anotase. La afición rápidamente comenzó a corear el nombre del capitán, que tantos buenos momentos está dando, para que se viniese arriba rápidamente. Eso es más Osasuna que nada.

Y así, entre unas cosas y otras, Osasuna se coloca líder, pese a que los últimos minutos del encuentro no fueron especialmente brillantes y el Zaragoza supo llegar a las inmediaciones del área pese a estar con uno menos.

El ascenso directo es una posibilidad real, no hay que esconderlo, aunque todavía queda mucho y, lo más importante, es que cada rojillo que baja al campo sabe que se lo va a pasar bien y eso es tan importante como cualquier resultado deportivo. Osasuna igualó ayer el récord de victorias consecutivas en casa, pero durante todo el año está igualando el récord de emociones en su parroquía.