día importante para Osasuna. Lo digo por el espaldarazo de la asamblea de compromisarios a la reforma del estadio. Y también por el debut de Endika Irigoien. Con las expectativas (complicadas para los del no, ilusionantes para los del sí) que ofrece una obra de tanto calibre, el salto adelante que supone para el club si todo (las cuentas) sale bien, no podemos, sin embargo, perder la perspectiva: si no hay cantera no hay Osasuna. Lo sabía Fermín Ezcurra cuando edificó Tajonar. Lo sabe todo aquel que se moleste en repasar la historia de este equipo. En los grandes momentos, los que dan ascensos -y ahora un jugoso premio en metálico que arregla las deudas-, los chicos de la casa desempeñan un papel protagonista. Por eso, la esperada aparición de Endika, como podía haber sido Moncayola, sigue fortaleciendo los cimientos de un club que a veces pierde el norte y descuida su parte más sensible. Con Arrasate al frente de la plantilla, no creo que eso ocurra. Sin regalar nada por lo que diga el DNI o el currículum trazado en el fútbol base, el entrenador se ha demostrado como un hombre receptivo. El clamor con el que el estadio recibió a Endika es parte de ese diálogo plagado de señales que el entrenador mantiene con la afición. El chico, además, puso de su parte y resolvió con eficacia las situaciones de compromiso en las que trató de sorprenderle el veloz Pipa. Porque la gente de casa también debe saber que no hay una alfombra roja que conduzca de Tajonar a El Sadar y que el puesto se gana en el campo, aprovechando las oportunidades. Endika no es de los que pueda presumir de haber tenido un camino de rosas; Martín le sacó a escena en un amistoso contra el Athletic cuando era juvenil, pero el debut en Liga le ha llegado con 22 años. Es su momento y tiene que aprovecharlo porque el fútbol profesional es exigente. Ahí, el lateral tiene un espejo en el que mirarse: Olavide. La eterna promesa volvió a ser titular, condición de la que no había disfrutado desde la primera jornada; desde entonces solo ha jugado 82 minutos. El chico es de esos futbolistas que destila clase desde que pisa el campo, pero todo el talento que lleva dentro, el que esparcía por el verde en el juvenil y en el Promesas, se le ha quedado dentro, como congelado. Su aparición ayer, en un momento delicado para su futuro (termina contrato en junio), dejó detalles de un jugador bajo presión (jugó siempre al primer toque intentando no perder la pelota) y no dio rienda suelta al genio, ese que dibuja bicicletas desequilibrantes o recorta en un palmo dentro del área, como sí hizo en una ocasión en la primera parte. Olavide se fue al banquillo casi como entró en el campo y a muchos nos queda la pesadumbre de no haber visto al jugador que es.

L a cantera... y Brandon.- Sin tanta clase, Brandon es el ejemplo de esos futbolistas que les pones una camiseta a rayas y sabes que debajo, entre tanto tatuaje, lleva la roja de Osasuna. Este tipo no conoce el reposo; corre, presiona y ayuda. Si rematara bien a gol, sería la bomba. Brandon es generoso y, como Arrasate, es alguien que ha entendido a la afición. No será el más virtuoso con la pelota en los pies, pero la ayuda a Endika en el minuto 85, replegando a toda mecha desde el área rival, habla de alguien involucrado y que define con su actitud lo que es el concepto de equipo. Con cantera -ayer jugaron seis- y asimilados como Brandon se construye Osasuna. El Sadar se apoya sobre esos cimientos. No lo olvidemos.