Javier Miranda era o blanco o negro. O gustaba o disgustaba y eso no tiene discusión. Esta paleta de colores en cuanto a carácter y determinación sólo admitía el rojo, todos los matices del rojo Osasuna. Javier Miranda fue un presidente necesario para este club y eso es mucho, todo. Hombre directo, avispado, entusiasta, divertido, rocero, de gran corazón, representó el osasunismo de sentimiento -no podía ser otra cosa-, al que le gustaba hablar de un equipo de raza y cantera, de implicar a empresas en el proyecto del club, que también exigía la intercesión del capote de San Fermín o lo que hiciera falta. Miranda fue el presidente de la afición, del pueblo, que ganó unas elecciones mientras ponía también cafés tras una barra y que subió al equipo a Primera. Que vivió su sueño de ser presidente de Osasuna. Ni blanco, ni negro, todo rojo.