pamplona - En un encuentro con dificultades, frente a un rival con poderío y mucho orgullo, Osasuna demostró que es el equipo más fuerte de Segunda y que sabe moverse con los registros suficientes como para manejar la situación. El conjunto de Arrasate ha decidido no bajarse del tren de las victorias en El Sadar y esta vez ante el Deportivo protagonizó una nueva remontada en la que enseñó oficio y calidad.
En una plantilla que funciona a toda máquina, le tocó a Rubén García asumir el protagonismo único de los goles. El delantero valenciano marcó los dos tantos de su equipo y dejó encarrilado un triunfo que, completada la voltereta, nunca llegó a peligrar de verdad. Con una actitud intachable, esfuerzo generoso y también habilidad para entender la gestión del partido, Osasuna sumó una victoria con valor multiplicado por la derrota del rival directo de ayer, que queda descartado para la lucha por el ascenso, y por los fallos de otros pretendidos aspirantes.
En este larguísimo campeonato de regularidad y resistencia, ya con menos de dos meses para que se decida, las señales que trasladó ayer Osasuna hablan del conjunto más fuerte, del líder sólido que no se permite despistes y que se cobra a elevado precio los errores de los otros.
Fue un partido que exigió madurez y saber hacer porque se presentaron pronto las dificultades. El Deportivo jugó una primera parte excelente durante muchos minutos, demostró ser uno de los grandes del campeonato y, sin lugar a dudas, el mejor visitante de El Sadar. Sin fisuras en defensa, con acierto en el manejo del balón y rapidez en los últimos metros, el conjunto gallego se había merecido adelantarse en el marcador. Quique González, condenado a hombre de banda, casi lateral a tiempo parcial durante su estancia en Osasuna con el anterior entrenador, viene luciendo sus dotes goleadoras imposibles en Pamplona rescatadas ahora en La Coruña, y a los diez minutos atrapó un balón que había superado a Aridane en el borde del área. El gol del delantero colocó al Dépor en una peligrosa posición de superioridad porque la había en el marcador y también en sus ademanes y plasmación del juego.
Estaba apocado Osasuna y, desde esa postura, comenzó a fabricar su remontada. Desde casi el borde del área soltó un zapatazo largo Clerc que pilló a todos los hombres de campo del Deportivo metidos en el medio terreno rojillo. Rubén García se aprovechó de la concesión corriendo sin oposición y cruzando solo ante el portero. La arrogancia del equipo gallego, su presión sin medida, le estaba pasando factura. Quizás porque la llegada del nuevo entrenador ha despertado en el Deportivo la necesidad de mostrar personalidad y arrojo -se trata de un recién descendido con tradición entre los grandes-, el empate de Osasuna no le afectó en su autoestima. Siguió con un control patente del balón y mantuvo más o menos contenidos a los rojillos, conscientes también de la situación que le proponía su rival, pero también más activos.
Por las andanzas de Rubén García se iba a desnivelar definitivamente el partido. Osasuna saltó en una contra rapidísima, pilló descolocada a la defensa del Dépor y a Rober Ibáñez le pasó torpemente por encima un defensa. Una falta en el borde del área, a poco más de veinte metros de la portería, es un regalo para un equipo como Osasuna en el que Rubén García y Roberto Torres pugnan a ver quién saca las telas de araña de las escuadras. Fue el primero quien se acomodó la pelota para remitirla al fondo de la portería. El gol indiscutible tuvo su suspense porque el árbitro decretó falta en contra por una caída en el área que nadie sabía a cuento de qué había pasado. El juez de línea sacó al colegiado del entuerto y validó el gol.
A pesar de que quedaba todo un tiempo por delante, el partido concluyó ahí. No por el hecho indiscutible de que no se movieron los goles, sino porque el Deportivo se empeñó en una posesión estéril y efectista, y porque no nunca acertó a disparar entre los tres palos en los siguientes 45 minutos. Sólo un fallo de Aridane, al poco de la reanudación, permitió una jugada con cierto peligro que solventó la intervención de Unai ante el remate de Christian Santos. Otro error de Rubén en el saque de puerta creó otra situación de aparente zozobra, pero no pasó nada más.
Osasuna no se mostró especialmente atinado a la hora de transformar en remates y ocasiones de peligro su constancia y entrega, y el Deportivo se quedó en un control sin peligro, de equipo aseado y con modales, pero sin un mal gesto para incidir en el marcador. Los rojillos no desaprovechan las concesiones.