Hay palabras que suenan a tientas, sin un murmullo y a través de los ojos. Con una mirada que se emociona cuando descubre el mundo, que habla sin palabras. En el Centro de Educación Especial Andrés Muñoz Garde –un lugar blanco, sin ruido visual y una luz tenue– conviven alumnos de entre 3 y 21 años que no tienen lenguaje oral. Y, en algunos casos, tampoco pueden mover las manos. Pero miran y con eso basta para que nazca la comunicación. Hace un tiempo, cuando todavía no existían las tecnologías avanzadas, este centro tenía que atender las necesidades básicas de estas personas por medio de pictogramas basados en una relación rápida de estímulo-respuesta. Sin embargo, no podían conocer el mundo interno de los estudiantes, qué les gusta, cómo reaccionan ante lo que ven. “Están encarcelados en un cuerpo que no reacciona y que no les permite acceder al mundo”, apunta Leire Buzunáriz, especialista en Comunicación Aumentativa y maestra de Audición y Lenguaje del centro. Por eso, desarrollaron un proyecto que parte de la idea de que todo el alumnado tiene derecho a comunicarse y que, por tanto, necesitan un sistema que pueda suplir el que no tengan habla. Y fue entonces cuando dieron con los lectores oculares con el objetivo de aumentar o sustituir el lenguaje oral.
Se trata de unos dispositivos que, como quien aprende a comprender las estrellas, descifran el movimiento de los ojos para transformar la intención en palabra. “Al principio, incorporamos sistemas de comunicación a través de tablets con vocabulario en imágenes o pictogramas para apoyar a aquellos alumnos con trastorno del espectro autista. Pero vimos que había muchos chicos y chicas que no podían acceder con las manos a esa herramienta y que tampoco podían hacer gestos o signos. Se estaban quedando sin apoyos”, añade. De esta forma, investigaron sobre cuáles eran las metodologías empleadas en otros países y comprobaron que la tecnología asistida con acceso por mirada era uno de los mejores recursos de los que se podían disponer. “El equipo directivo aceptó hacer la compra, pero son dispositivos muy caros; cuestan alrededor de 5.000 euros cada uno”. Pero hicieron el esfuerzo y ahora cuentan con cerca de una decena de lectores oculares –eye tracker– y se han convertido en un centro pionero en Navarra en cuestión de atención a personas con necesidades especiales. El dispositivo cuenta con varios sensores que detectan hacia dónde está mirando el globo ocular, de manera que “se pueden seleccionar elementos de la pantalla y los alumnos se percatan de que sus ojos provocan que ocurran cosas”, explica. “Es decir, descubren que pueden hablar con la mirada”, añade Leyre Casimiro, secretaria del centro.
Al principio, comienzan con un entrenamiento de causa-efecto y, después, pasan a otro tipo de tableros más complejos en los que ya pueden formar oraciones. Incluso, hay alumnos que ya saben hacer bromas. “Nuestro objetivo es que todo ese alumnado que estaban viendo vulnerado su derecho a la comunicación pueda acceder al lenguaje”. Por eso, han creado aulas de lector ocular en las que se agrupan a cuatro estudiantes –todos tienen necesidades complejas de la comunicación– que cuentan con un dispositivo con el que poder verbalizar cómo se sienten, qué necesitan o qué actividades quieren realizar. Así, se rompe el estigma de que están en una silla de ruedas y que no pueden hacer nada, pero “cuando les damos el poder, nos damos cuenta de que son personas que hay personas con mucho que contar. Se salen de un cuerpo que no responder y gracias a sus ojos pueden hacer de todo”, dice Buzunáriz. A lo que Casimiro añade que “el mundo se convierte en algo realmente accesible”.
Un nuevo idioma
Esta máquina supone, al principio, un nuevo reto para los estudiantes porque se tienen que acostumbrar a esa nueva forma de comunicación. “La idea es enseñarles a hablar un nuevo idioma. Para ello, necesito que todo el entorno se mimetice con sus necesidades. Así que les tengo que enseñar que, por ejemplo, toco el verbo gustar o que me refiero a la botella con el pictograma que aparece en la pantalla para que, luego, ellos con la mirada o con el dedo hagan lo mismo. Es como si realizaran una inmersión lingüística”, indica. De hecho, fuera de las aulas también incorporan tableros de comunicación en diferentes espacios del centro, con el objetivo de que se acostumbren a ese tablero que luego encontrarán en los lectores.
Un derecho fundamental
En otras comunidades, el uso de estos dispositivos se concibe como un derecho fundamental y, de hecho Sanidad lo prescribe, por lo que las familias no tienen que asumir un gasto tan elevado, sino que va por una receta de la Seguridad Social. En cambio, en Navarra solo se administra a esta herramienta a pacientes de ELA adultos. “Tenemos la suerte de contar con dos alumnos que tienen sus dispositivos propios, pero los demás, cuando vuelven a sus casas, no tienen esa posibilidad. Es importante visibilizar esto porque cada uno debería tener su dispositivo. Que toda esa infancia que queda descubierta pueda contar con una receta y entender que esto equivale a contar con unas gafas o una silla de ruedas”, apunta la secretaria del centro. Es decir, por lo que abogan ambas es por la máxima inclusión y la mejora de la calidad de vida de personas que no poseen lenguaje oral para que no se aíslen. Y, de hecho, gracias a los ejercicios realizados con estos lectores, fuera del aula han sabido expresar que algo les duele o les molesta e, incluso, hay algunos que tratan de realizar aproximaciones orales. Y eso supone un regalo para las familias, a quienes les invade la esperanza y la emoción de reconocer –con sus propios ojos– las mejoras de sus hijos.
Asimismo, no hace mucho invitaron a los padres y madres a que visitaran el centro para comprobar cómo interactúan sus hijos en el entorno escolar. De hecho, una madre vio que su hija le llamó mamá por primera vez a través del comunicador. “Y para ella fue algo tan emocionante y tan bonito... es que nunca había oído eso de su hija. Pero con este proyecto lo consiguió. Y lo sintió como un abrazo en el alma”, recuerda Leire. Porque no hace falta decir de viva voz un te quiero para sentir la plenitud. Tan solo basta con una mirada que, una vez más, vale más que mil palabras.
Premios Romper Barreras
El CEE Andrés Muñoz Garde ha presentado su proyecto a la undécima edición de los Premios Romper Barreras –en concreto, en la categoría colectiva–, que tienen como objetivo impulsar la accesibilidad y la inclusión y potenciar tecnologías de apoyo en la mejora de la calidad de vida de las personas con discapacidad. Para esta candidatura, han elaborado un vídeo de tres minutos explicando el funcionamiento de estos lectores oculares y cómo están trabajando con ellos en las aulas. Las votaciones públicas estarán abiertas hasta el próximo 16 de junio y se podrá votar esta candidatura a través de la página web de la fundación Romper Barreras.