la distancia en fútbol altera el sistema de medidas conocido; lo retuerce, lo complica, suma manzanas con tarjetas, multiplica segundos por saques de esquina y divide partidos por kilómetros. Lo mezcla todo. ¿Cómo medimos la distancia que hoy separa a Osasuna de Primera división? En jornadas de Liga pueden ser dos o tres, pero en partidos programados siempre hay uno menos. Además, en la proyección de puntos no siempre se contempla la triple opción de ganar, perder o empatar porque uno de los encuentros pendientes elimina dos factores y adjudica la victoria sin jugar. Por otro lado, ¿hay que viajar mil kilómetros o volar unas tres horas rumbo a una isla del Atlántico para subir? De cualquier forma, y elijan la fórmula que elijan, hoy estamos un punto más cerca del objetivo; para unos es un pasito y para otros una zancada. Pero después de un discreto partido con cinco últimos minutos finales trepidantes podemos poner en cuarentena las teorías anteriores y afirmar con rigor que a Osasuna solo le faltaron 12 centímetros, o algo menos, para poner un pie en Primera división. 12 centímetros es el grosor máximo que, según el reglamento, tienen las líneas que delimitan el terreno de juego. Dirán que el tamaño no importa, pero sí. Tanto como el de las manos del portero. En ese trazo de cal paró la pelota Dani Jiménez en el minuto 93 después de otra aparición de Roberto Torres en el corazón del área, donde nadie lo esperaba, salvo esos cientos de hinchas empujados a Alcorcón por su devoción y motivos les ha dado para ello. Un giro más de la circunferencia de la pelota y hubiera quedado declarado en Pamplona el estado de expectación ante lo que hoy pudiera ocurrir en Mallorca y Albacete. El portero del Alcorcón, a quien su compañero David Fernández le metió un poco antes en un serio apuro con una cesión suicida, miró a su mano, vio el balón, levantó la vista y respiró profundo mientras a su espalda se ahogaba el grito de júbilo de la afición osasunista que, desmontando también otras teorías, ya sabe que los encuentros de su equipo duran más de noventa minutos porque la prolongación no es descuento sino tiempo de partido. ¿No sé si me explico?

A Osasuna ayer le faltaron 12 centímetros y le vinieron grandes los 105 metros de largo del terreno de juego de Santo Domingo. En la segunda parte, el equipo de Arrasate acusaba síntomas de fatiga; con Mérida sufriendo calambres a poco de comenzar el segundo tiempo, con el rostro de algunos jugadores crispado por el esfuerzo, otros castigados por las patadas. Sin ser un campo diminuto, Juan Villar nunca encontró su sitio ni Brandon ni Rober Ibáñez un hueco por el que colarse en sus carreras o combinaciones. Solo Boateng parecía cómodo mientras hacía recular a Osasuna, en tanto que Aridane y David García levantaban un frontón devolviendo todos los balones colgados sobre el área. Puede que el calor y el estado del césped, como pusieron de manifiesto los protagonistas y los presentes en el estadio, castigaran a los rojillos en otra de esas extrañas fórmulas en las que se suman grados centígrados con la humedad del césped y el resultado que da es 0-0.

Este tiempo muerto que ahora se abre le va a venir bien a Osasuna, un poco justo de fuerzas y de efectivos por culpa de lesiones y de sanciones por tarjetas. Tiene plantilla y tiene colchón para el tramo final. Los 74 puntos que suma le hubieran dado ya el ascenso en las tres temporadas anteriores. Pero, como se demostró ayer, a veces no es cuestión de puntos sino de centímetros. 12 centímetros más igual a 3 puntos más. Y a un ascenso. A seguir sumando.