va a dejar huella esta temporada. Ya lo está haciendo. El osasunismo vive en un estado de felicidad permanente. En pocas ocasiones, el hermanamiento entre equipo y afición, el compartir unos y otros identidad, objetivos y valores, el orgullo de ser de Osasuna, algo tan inmaterial y tan pegado a los sentimientos, todo eso, digo, es algo que se da de tiempo en tiempo. Habría que remontarse a otros momentos que dejaron una huella profunda: la final de Copa, la eliminatoria previa de Champions, el triunfo ante el Valencia que suponía un histórico cuarto puesto final en una Liga que ya era la mejor del planeta fútbol? Y apunto dos derrotas memorables porque ambas citas fueron en sus prolegómenos como una conjura, un cerrar filas, un todos a una. Incluso el dolor por la pérdida unía. Aquello que pudo ser y no lo fue por un maldito gol, pero que provocó tal efervescencia social que tiñó de rojo Pamplona y Navarra. Son momentos que calan en el ánimo y que se recuerdan de manera especial, en sus mínimos detalles, aunque pase el tiempo. En esas estamos ahora, en llenar el baúl con las mejores secuencias: en relamernos con las remontadas; en discutir si Torres ha sido el mejor o David García la revelación; en calcular cuánto tiempo le queda a Oier para seguir reinventándose; en preguntarnos por qué nos deja Clerc; en lamentar la lesión de Unai García; en apuntar el día que debutó Aimar Oroz; en cantar todos a coro “Rubén, quédate...”. En poner a Arrasate en el olimpo de los entrenadores que nos han llevado a Primera, tan pocos (ocho) pero cada uno de ellos con una manera original y personal de entender el fútbol y a Osasuna. En disfrutar, en fin, del momento, de los pocos días que quedan para el fin de curso. Y en ir asistiendo a cómo el equipo va superando otros retos, porque este Osasuna no para ni se toma un respiro.

Tras el ascenso, el título de campeón de Segunda División. Para un equipo acostumbrado a celebrar solo permanencias y saltos de categoría (que no ha sido poco), no es este un hito menor. No me alcanza la memoria a ver una copa en manos de un jugador rojillo que no fuera la del Trofeo Ciudad de Pamplona o en el amistoso en fiestas de un pueblo. Hay que poner en valor lo que supone liderar una categoría en la que diecisiete de los rivales han llegado a competir en Primera División en algún momento de su historia, y que de ellos, seis ocupan un puesto entre los veinte primeros del ranking histórico. Este es el potencial de una Liga de la que Osasuna ha sido campeón con la autoridad que le confiere haber sido el mejor sin tener la plantilla más poderosa, pero que ha llegado a armar, con la inteligencia de su entrenador, un equipo fiable y competitivo al cien por cien.

Y tras el campeonato, falta cerrar la temporada dejando El Sadar inmaculado, sin sufrir una sola derrota, prolongando en más de un año la imbatibilidad como local; y como equipo con más goles marcados; y con más de dieciséis mil espectadores otra vez en las gradas; con otro ejercicio de osasunismo; con ese epílogo de Somos un equipo, valiente y luchador... entonado a coro, brazos al viento. Para ir cerrando el baúl con los recuerdos de la temporada en la que fuimos los mejores?