La mitología del fútbol atribuye a Helenio Herrera esa sentencia de que “se juega mejor con diez que con once”. Mentira. No niego que lo dijera, sino la fortaleza de tal afirmación. Para empezar, H.H. comenzaba siempre los partidos con once, lo que rebatía de principio la solvencia de tal aserto. Pasado el tiempo, la frase solo sirve para engordar la leyenda del entrenador argentino, un revolucionario para su época. Lejos de ese perfil exagerado y parlanchín, Arrasate también desmiente la teoría. En realidad, el técnico rojillo da la impresión de que pone en el campo doce o trece jugadores por la intensidad con la que actúan sus chicos, por la capacidad para desdoblarse, por estar a la vez aquí y allí (vean si no a Oier), por correr por los cuatro puntos cardinales del campo o por disparar a puerta como si aquello fuera una competición de tiro al plato en las fiestas patronales en la que regalaran los cartuchos. Es cierto que ayer la expulsión de Rodrigo, con una hora de partido por delante, daba ventaja a Osasuna ante un Valencia con el oxígeno justo después de su partido de Champions. Pero también es verdad que los rojillos tuvieron siempre claro su plan sin contar el número de rivales plantados enfrente: manejar la pelota, no arriesgar en las entregas, abrir a banda y buscar la mejor posición para centrar y rematar. Osasuna, en superioridad, siguió aplicando el mismo plan, el de la presión alta y el robo rápido de balón. Dijo Celades que era lo que se esperaba, pero nunca, ni con 0-1, supo como pararlo. No dejó en ningún momento Osasuna que el Valencia pudiera reponerse tras el empate y siguió circulando el balón como un rodillo, aplastando al contrincante en su campo. Este Osasuna, con diez jugadores, sería también un rival de cuidado, pero no vamos a llamar a la puerta del VAR para comprobarlo. Lo que vemos con once nos sigue encandilando como en la pasada temporada. El equipo tiene un sello, una marca, que asumen todos sus jugadores como una premisa indiscutible. Vean por ejemplo a Brasanc, convertido en director de orquesta, apareciendo para montar las contras, auxiliando en defensa y robando. Este futbolista, que jugó en banda izquierda en Granada, parece tener esa versatilidad que se exige también para recién llegados como Estupiñán, que chuta mejor que despeja, al menos por lo visto ayer...

¿Qué hubiera hecho H.H. con estos jugadores de Osasuna?; un grupo que ha alargado la racha de partidos sin perder en casa hasta el techo de 30, que ha remontado ante extraordinarios rivales para ganar sus dos últimos encuentros, que tiene plantilla para superar ausencias en puestos determinantes. Y es que, como también decía H.H., “en el fútbol no hay magia, sino pasión y lucha”, y aquí no le falta razón. Esas dos virtudes, que están en el ADN de Osasuna, Arrasate las ha utilizado para envolver a un equipo con gusto, que no rehuye el contacto con el balón, que no depende de una o dos individualidades, y que tiene como estandarte y modelo a su capitán Oier, un tipo que atesora rasgos históricos (cosas de Puñal, de Rípodas...) tan reconocibles como ese remate de cabeza que parece copia de las viejas fotos de Sabino Andonegui. Es verdad, Osasuna jugó ayer con ventaja: no son once, son más.