Es irreprochable el mensaje del entrenador y jugadores de Osasuna en sus declaraciones públicas tras el partido. Arrasate, Oier y Sergio Herrera pusieron por delante los errores propios (¡como para esconderlos..!) y evitaron cargar las tintas contra el árbitro y el VAR (tenían argumentos para escoger y partidos para rememorar). Quiero creer que esa unanimidad nace de la reflexión colectiva y que no sigue directrices preestablecidas, porque la autocrítica es otra de las señas de identidad de la plantilla desde la llegada de Arrasate. Siempre recuerdo en días como este el cabreo que provocaba en Michael Robinson el que sus compañeros no asumieran los fallos y ante la prensa culparan al horario, al césped o al viento, que de todo había. Hasta en ese comportamiento hay un cambio en Osasuna. Incluso el hecho de que esta vez no compareciera Braulio Vázquez -escuché que por recomendación del área de comunicación del club-, tan proclive al mensaje incendiario y a la crítica descarnada de colegiados y rivales, invita a suponer que el club quiere huir del victimismo y quejarse donde proceda y sin parecer un grupo de plañideras. Tampoco se puede obviar que ayer, en el juego sin injerencias externas, la Real sacó a Osasuna de la escena durante medía hora, hubo reiteradas lagunas en acciones defensivas afinadas durante horas de entrenamiento y, además, uno de los futbolistas con más experiencia, como no lo echan en el primer manotazo a la cara del contrincante, arriesga en la segunda oportunidad y arruina la reacción que anunciaba un inminente empate con tiempo para la remontada. Esa actitud sosegada puede ser entendida por algunos como una falta de carácter, de no querer molestar a las altas instancias; al contrario, el no provocar tanto ruido mediático carga al club y a la plantilla de razones en el momento que haya que levantar más la voz. Y si continúa la racha de perjuicios arbitrales, no va a tardar mucho; y más que una queja oficial o una carta dirigida a la Federación, habrá que pedir el amparo de la justicia. Al tiempo.

Pero una cosa es huir del victimismo y otra no reclamar equidad, exponer que a Osasuna le han perjudicado en los últimos partidos en decisiones de peso como son penaltis y expulsiones. Minutos antes de que Roncaglia decidiera borrarse del partido (lo ocurrido ante el Espanyol ya no parece tanta casualidad?), el árbitro dejó indemne a Zubeldia de una segunda amarilla. Medié señala falta por una entrada temeraria con el pie en alto. Eso es lo que él ve en el campo y sanciona, pero no lo acompaña de la correspondiente expulsión. Al colegiado, el partido se le va de las manos en la segunda parte: no aplica el mismo criterio con las tarjetas, las faltas no tienen idéntico peso a un lado o al otro, expulsa al médico por ir a auxiliar a un lesionado, olvida dejar constancia de otras amonestaciones en el acta, por no recordar que pese a las reiteradas pérdidas de tiempo solo prolonga cuatro minutos. Y el VAR, mirando para otro lado... La protesta de El Sadar fue tan ruidosa como no se escuchaba hace tiempo y evidencia, más que un enfado puntual, un estado de opinión.

Entre el árbitro y Roncaglia estropearon un partido con tintes épicos en el que Osasuna recompuso la figura ante uno de los equipos que mejor fútbol practica. Pero también juegan bien el Sevilla y el Atlético de Madrid, y Osasuna derrochó esfuerzo ante ellos y las decisiones arbitrales también le lastraron. Y no lo digo por victimismo, sino reclamando equidad.