Se sabía que el partido entre Osasuna y Getafe se iba a decidir por detalles. Bueno de Osasuna o de cualquiera que tenga la 'fortuna' de jugar contra los madrileños. Es obvio lo bien trabajado tácticamente que está el equipo de Bordalás. No es menos obvio que vinieron aquí a empatar, sumar un punto y frenar la escalada rojilla que, de ganarles, se les unía como contendiente a Europa.

El Getafe es un equipo duro, de contacto. Hasta ahí todo bien. Hay que gente que se queja de eso, pero lo cierto es que el equipo está bien plantado y es competitivo como pocos. Saben no complicarse la vida y, cuando les superan, no les duelen prendas en hacer una falta. Sí que sorprende que dentro de ese juego, repito totalmente aceptable, los madrileños lo adornan con detalles como piscinazos, quejas y otras cosas que ya son más denunciables. O por lo menos que deberían ser castigadas más por los colegiados, cosa que Melero López no hizo hasta bien entrado el encuentro. Luego sale su entrenador, de los mejores de la Liga, a quejarse de que se les minusvalora. Ni tanto ni tan calvo, señor Bordalás. De educación ya dejó usted claro en la ida que no va sobrado.

Pero, dejando a un lado a los madrileños, Osasuna entendió desde el inicio el partido que iba a tener enfrente. Logró minimizar errores, igualó la intensidad de los visitantes, pero no llegó a crear ocasiones de gol. En la primera parte, especialmente, apenas se acercó una vez Barja en una internada de Cardona. El delantero apuntaba maneras, pero rápidamente se lesionó y se acabó, seguramente, su primera temporada como rojillo.

En los segundos cuarenta y cinco minutos, los pupilos de Arrasate sí que puso más ímpetu en llegar al área contraria, pero también es cierto que no lo hizo con excesivo peligro. En frente tenía un muro y fue imposible derribarlo. Excepto una vez, en el que Chema se auto marcó de manera excepcional casi desde el centro del campo, pero el árbitro apreció falta.

Una pena por que de ganar el encuentro Osasuna se habría metido en la pomada por Europa. Con pocas opciones, realmente, pero por lo menos le iba a dar diversión al final de temporada. Los rojillos, con el objetivo más que logrado ahora se plantean un final sin tensión pero en el que, no hay duda, competirán hasta el final.

Cuatro partidos en los que la afición, club, plantilla y cuerpo técnico solo tienen dos obligaciones: disfrutar y competir, sin la presión del resultado. Se lo han ganado.