Osasuna ha hecho una gran temporada. Los objetivos están logrados con holgura. Pero lo de Sevilla no se puede permitir. La primera parte de Osasuna no es que fuese mala de nivel, es que fue mala de intensidad. Y eso sí que no. Los rojillos, ya lo ha dicho su entrenador muchas veces, si se relajan no pueden competir y si no compiten, no hay nada que hacer.

Especialmente los primeros 20 minutos, como ya pasó en Valencia, fueron un horror. El intento de Arrasate de suplir las bajas en ataque con una alineación más móvil, con Arnaiz en punta de ataque. No se puede valorar, ya que cuando arrancó el partido, los rojillos se deshicieron como un helado. Hacía calor, puede que sea por eso, pero Osasuna ya salió descompuesto del vestuario. El primer gol, con hasta cuatro jugadores del Betis solos en una acción de balón parado, es un fiel reflejo de la empanada de inicio.

El segundo, además, es repetido. Fue como el de Guedes pero con menos calidad de Pedraza, que no sorteó a todos solo, sino que contó con algún compañero. Pero es que la defensa hizo algo parecido, no le tocó nadie. Muy blando el equipo, en exceso. Y eso se paga.

Aunque luego el equipo intentó reanimarse tras el parón para hidratarse, aprovechado por Arrasate para abroncar un poco a los suyos, no hubo gran reacción.

Que Osasuna tiene derecho a estar tranquilo, sí, sin duda, se lo ha ganado. Si alguien se siente defraudado por no luchar por Europa tal vez debería sentarse a reflexionar y rememorar de donde venimos. Pero lo que no puede hacer el equipo es dar esa imagen de desidia durante 45 minutos.

Arrasate intentó cambiar la dinámica colocando tres atrás, uno de ellos Lato. Pero no surtió efecto. Más bien el Betis siguió llegando al área sin mucho problema cada vez que atacaba. Osasuna pareció firmar con sus rivales un acuerdo de no agresión para evitar lesiones y sobreesfuerzos innecesario en un escenario donde el calor seguía siendo preponderante incluso más allá de las 22.00 horas. Pero incluso ahí, cayó el tercero en el 97.

Osasuna tiene que plantearse que le quedan tres partidos y tiene que elegir entre competir o hacer lo que hizo ayer. Si elige lo primero, la afición acabará con buenas sensaciones y con un broche de oro a esta gran temporada. Si se deciden por lo segundo esperan tres importantes suplicios para el que se anime a verlo. Seguramente Arrasate tenga claro que quiere lo primero, pero necesita que los jugadores también lo quieran. Como decían en una serie de hace años: Un poquito de por favor.