erá un estadio nuevo levantado sobre los cimientos de 53 años de historia. El Sadar en obras es ahora mismo una metáfora de Osasuna: la de un club centenario pero en renovación, levantando estructuras que soporten el futuro, adaptando el fútbol del desarrollismo de los sesenta y de la luz artificial al del espectáculo del siglo XXI que comienza en el dibujo del nuevo recinto. La industria del balompié no para y Osasuna tiene que estar -como le corresponde por su condición ya de decimosexto equipo con más presencias en Primera división- donde suceden los acontecimientos. Perdió el primer tren de la modernidad cuando comenzó a aflorar el dinero de la televisión a mediados de los noventa, y también la estabilidad institucional, en una de esas crisis que la entidad acostumbra a generar de puertas adentro. Algo parecido sucedió en 2014, con un nuevo descenso cuando ya se anunciaba un importante incremento en los fondos de televisión. Con todo, lo peor no fue eso sino el descubrimiento de la perversa gestión que anteriores dirigentes hicieron con el dinero de la institución. Ahora es el momento de que no vuelva a suceder ni lo uno ni lo otro.

Buena parte de la carga de responsabilidad de lo que suceda en los próximos años descansa sobre el rendimiento de la plantilla. Sostener la permanencia en la categoría aportará cuantiosos fondos que deberían ser administrados con la perspectiva de recuperar el patrimonio: Tajonar y ese estadio que ya asoma entre las lonas como la joya de la corona. Sé que la ecuación es complicada porque el gasto en futbolistas también se irá multiplicando al ritmo que aumenten las exigencias deportivas, pero la vista debe estar puesta en no endeudarse con decisiones más cercanas a los juegos de azar que al rigor exigido. Y, sobre todo, no perder nunca de vista que la presencia de canteros da vigor al equipo y estabilidad al vestuario.

El estadio, ahora apuntalado y en silencio, será la casa de los aficionados. Dicen los jugadores y el entrenador que echan de menos su presencia y los cantos de ánimo, capaces de empujar una remontada. Pero la participación del osasunismo no debe limitarse a una comparecencia cada quince días: tiene que intervenir más en el día a día de la entidad. Llama la atención, sin embargo, el nulo debate provocado por la decisión del club de no devolver dinero de los abonos por los partidos no disfrutados; o la aparente frialdad con la que la masa social recibió el incremento en 1,8 millones en el presupuesto de las obras del estadio; o el poco eco provocado por la dimisión de dos miembros de la Comisión de Control Económico, un pilar básico para saber del correcto uso de las finanzas. También puede ser que el socio dispense una absoluta confianza en los rectores, a los que les ha tocado lidiar con uno de los periodos más negros de la historia€

Cuando abrió sus puertas El Sadar en 1967, el lema que corría de boca en boca hablaba de "un estadio de Primera para un equipo de primera"; un año después, y en clave de broma pero pegada a la realidad, el eslogan de la calle, con mala leche, era "un estadio de Primera para un equipo de Tercera". Ojalá hayamos aprendido de la historia.