- No era un niño prodigio. Iba camino de cumplir los 23 años y lucía galones de veterano en el Promesas. Consumía su quinta temporada en el filial y los parroquianos de Tajonar comentaban los pormenores de ese chico de toque exquisito pero apartado de los planes del primer equipo, más allá de la aparición esporádica en algún amistoso. Quizá los entrenadores no detectaban lo que podía aportar o al propio jugador le faltaba dar un golpe sobre el tapete verde.

Corría diciembre de 2011 y el futbolista había puesto toda la carne en el asador: lideraba a su equipo en el campo y estaba al frente de la tabla de goleadores del grupo II de Segunda B con 9 tantos. El más reciente lo marcó con un lanzamiento desde medio campo en terreno de la Gimnástica de Torrelavega. José Luis Mendilibar le convocó para entrenar con la plantilla profesional y le incluyó en la lista de expedicionarios para competir en Liga, ante el Málaga, y dos días después disputar el partido de ida de Copa en Almería. “No viaja para hacer bulto”, anticipó el entrenador.

A Roberto Torres le dieron el número 31. En la raya de cal de la banda próxima al banquillo su mente leyó: Espere su turno detrás de la línea. Ni Ziganda ni Camacho le dieron bola. Había llegado a Tajonar con 16 años tras pasar por Burladés y Txantrea. Es fácil que, después de seis temporadas en la cantera, llegara a sopesar la posibilidad de ser una eterna promesa a los 30 años. Pero en ese momento, el primer equipo arrastraba bajas, la ocasión la pintan calva y tampoco estaba para elegir ni el día ni la hora. La primera llegó el 11 de diciembre en La Rosaleda, donde debutó en los últimos veinte minutos en sustitución de Lolo. En ese encuentro intervinieron otros cinco canteranos: Andrés Fernández, Eneko Satrústegui (que había hecho su aparición unas semanas antes en el Bernabéu, ni más ni menos), Miguel Flaño, Timor y Puñal.

Ese fue el primer partido de los 300 que festejó el domingo ante el Granada. Las crónicas recogieron que “Torres cumplió y consiguió asociarse con Timor para darle oxígeno al equipo. Tuvo el balón y no renunció a mirar a portería: hasta desde el centro del campo lo intentó el canterano, aunque sin demasiada suerte. Torres expuso muy buenos detalles y maneras en su debut y dejó bien claro que va a luchar para que no sean los últimos minutos”.

Entre Almería y el Camp Nou

No es Mendilibar un hombre que hable por hablar. La excursión por Andalucía tenía como segunda parada Almería. El sorteo de Copa emparejó a Osasuna con un rival de Segunda división que estaba metido en la lucha por el ascenso. En su plantilla reunía a jugadores con cartel: el guardameta Esteban, Fernando Soriano, Miguel Ángel Corona, Aleix Vidal, Leonardo Ulloa, Wilmer Acasiete… No se presentaba una eliminatoria sencilla. En ese contexto, Roberto Torres haría su primera aparición como titular.

Osasuna entró en liza en aquella edición en la ronda de dieciseisavos. Desde la final de 2005, las participaciones del equipo eran discretas tirando a decepcionantes. El arranque de la edición de 2011-12 fue optimista, no solo por la titularidad de otro canterano, sino porque ese estreno se refrendó con un concluyente 1-3 en el Estadio de los Juegos del Mediterráneo. Antes del descanso, el equipo de Mendilibar ya ganaba 0-3 con tantos de Lekic, Nekounam de penalti y Annunziata. Torres dispuso de 90 minutos. De forma casi telegráfica, este periódico resumía así su primer encuentro completo: “Llevó el timón del equipo, fue el encargado de lanzar el balón parado y demostró que puede llegar lejos”.

En el club comenzaron a tener esa percepción. De vuelta a casa ya se hablaba de que Osasuna ejercería la opción que tenía para ampliar su contrato, que finalizaba el 30 de junio. Mientras le franqueaban esa puerta al fútbol profesional, la Copa siguió siendo su mejor escaparate. En el encuentro de vuelta frente al Almería (1-1) disfrutó de 37 minutos en sustitución de Annunziata.

Lo mejor vendría, al menos para él, en el emparejamiento de octavos de final. El sorteo deparó un doble enfrentamiento con el Barcelona. Torres pasó del barro de la Segunda B a ser titular en el Camp Nou (4-0) donde jugó todo el encuentro. Con todo decidido, el futbolista volvió a estar en el once inicial en el choque de vuelta (1-2). Compitió 68 minutos en el terreno hasta que dejó su lugar a Raúl García.

En esa temporada 2011-12 solo asomaría en un partido más en Primera y hasta la 2013-14 no se haría con un hueco como titular, estatus que ha defendido hasta la actualidad. En noviembre de 2011, cuando compartía la condición de mejor artillero de Segunda B con un tal Paco Alcácer y no tenía claro si continuaría en Osasuna, Torres manifestó lo mismo que en su comparecencia del pasado lunes para celebrar sus 300 partidos: “A mí me encantaría seguir porque mejor que aquí no puedo estar en ningún sitio”.

El otro Almería-Osasuna. Además del UD Almería-Osasuna en el que debutó Torres, la historia de la Copa recoge otro enfrentamiento entre los rojillos y un club de aquella ciudad de igual nombre pero de distinto origen. En febrero de 1979 Osasuna eliminó a la AD Almería, entidad que desapareció en 1988, refundada después como Polideportivo Almería, que hoy milita en Tercera División. Fue aquella una eliminatoria resuelta en la tanda de penaltis tras el 2-1 de El Sadar y el 1-0 en la vuelta (no se contabilizaban doble los goles marcados como visitante). Pasó Osasuna en un duelo en el que se compitió también a botellazos. En Pamplona, un juez de línea resultó alcanzado en la cabeza por una botella a poco del final. Hubo de retirarse para recibir asistencia médica y el encuentro concluyó con un solo auxiliar de banda. El público recriminó su actitud al agresor. En Almería fue un bote de cerveza el que hirió a otro linier en un lanzamiento numeroso de objetos al campo tras la anulación de un gol al equipo local. Tras pasar la eliminatoria, el entrenador de Osasuna, García Verdugo, hizo unas declaraciones inusuales: “Hubiera preferido perder; lo que nos interesa es la Liga”. Y a final de curso, el Almería subió a Primera y Osasuna acabó decimotercero.