En un párrafo

uentan de Napoleón que antes de nombrar a alguien general o mariscal se encargaba de comprobar si era “un hombre con suerte”, como una virtud fundamental. Eso mismo que, no sabemos por qué, en el fútbol se denomina “tener una flor en el culo”. Y después de ver el sorteo de la Champions, la única duda que tenemos con el bullate de Zinedine Zidane es si de ahí sale una secuoya, una de las torres Kio o el Apolo 11: los tres cocos de cuartos en el otro lado del cuadro y un camino a la final que pasa en cuartos por el Liverpool (siempre peligroso, pero en horas muy bajas) y en semifinales por el Oporto o el Chelsea. Y eso después de haber lidiado con el Atalanta en octavos. El principal problema para el técnico francés es que Tomás Roncero escribió ayer “¡Nos vamos a Estambul, chin pum!”. El choque entre el suertudo y el gafe va a ser como la famosa paradoja: ¿Qué ocurre si un objeto imparable choca contra un objeto inamovible?