a imagen de un estadio a rebosar, teñido de rojo, y con cerca de veinte mil gargantas alentando durante los noventa y tantos minutos que durara el partido era algo que, en época de pandemia, nos costaría volver a imaginar. Hasta ayer. La mascarilla todavía nos recuerda que el coronavirus está circulando entre nosotros, aunque desde las últimas semanas la sociedad está viendo la luz al final del túnel.

Esa misma luz que está encontrando Osasuna en los minutos finales de los encuentros de esta temporada. Un premio a la ambición de un equipo al que no le basta con conformarse con un punto, sino que persigue, con mayor o menor brío, sumar de tres en tres para alejar los fantasmas del año pasado cuanto antes, e ir poniendo el 2, el 3 y el 4 por delante, de manera escalonada. Porque ante el Rayo Vallecano ya son tres los tiempos de descuento en los que un gol de Osasuna cambia el signo del choque, decantando la balanza en favor de sus intereses. Cádiz, Mallorca y el conjunto madrileño han sido los damnificados.

Seis puntos son los que ha conseguido el cuadro rojillo en el añadido, que le ha llevado a afrontar con calma el parón de selecciones después de un notable inicio liguero en cuanto a resultados se refiere. Porque aunque Arrasate no quiera ver la clasificación, lo cierto es que sus pupilos han dormido con 11 puntos de ventaja sobre los puestos de descenso.

El propio Arrasate que ayer saltaba como un resorte del banquillo celebrando el gol de Manu Sánchez. Una carrera de la que se pueden sacar muchas conclusiones. La fundamental, el ‘peso de encima’ que se han podido quitar tanto jugadores al ver que les ha costado cinco partidos brindar la primera victoria al público, que regresaba esta temporada a unas gradas huérfanas después de año y medio, y al que tanto echó de menos el equipo el curso pasado.

Un estallido de júbilo que hizo retumbar los pilares del estadio. Y no era para menos. 573 días después, la hinchada rojilla festejó de nuevo tres puntos alzando los brazos al cielo, como hacía tiempo que no ocurría. Una sensación que se echaba de menos.

La afición de Osasuna demostró ayer que es el motor de este equipo. Hasta el propio Andoni Iraola se rindió en sala de prensa al ambiente que había tenido El Sadar, primer estadio en la máxima categoría que ha acogido el 100% de su capacidad. Primer estadio que ha vuelto a la normalidad.

573 días después, la hinchada rojilla festejó de nuevo los tres puntos alzando los brazos al cielo, como hacía tiempo que no ocurría