Osasuna juega con ventaja. Tiene uno más. Once en el campo y uno en el banquillo. Doce. Porque la influencia de Arrasate en el equipo no se detiene solo en el ascendiente sobre los jugadores, en la fidelidad que estos le profesan; es que ha conseguido una simbiosis por la cual sus pensamientos, sus planes de partido, son ejecutados como el programa de un ordenador. No quiero decir que corte las alas a la improvisación, a la interpretación individual en una jugada, pero es que concluida esa acción que se sale de lo previsto, todo el mundo retoma el orden, vuelve a su sitio y la maquinaria regresa al punto de origen. Es cierto que toda estrategia depende también del adversario, de sus aciertos y errores, pero basta con escuchar la exposición de Arrasate en la previa del partido para comprobar hasta qué punto había desmenuzado las posibles variantes que ofrecía el Real Madrid: los balones a la espalda de la defensa, las contras, la inclinación de campo por la banda de Vinicius... Todos los entrenadores tienen un plan, incluso los que acaban perdiendo por goleada, pero el mérito de Arrasate creo que está en el discurso: convencer a los jugadores y que estos lo pongan en práctica al pie de la letra. Luego está el valor añadido de cada uno de los protagonistas; por ejemplo, de la sublime interpretación de David García, un central de época al que solo le falta tener una correcta salida de balón para alcanzar metas más altas. El ayer capitán asume un liderazgo que rubrica con su presencia intimidatoria en las jugadas a balón parado. Defender con un tipo como este hace las cosas más sencillas. También la confianza que gana Unai García conforme acumula minutos, o esa labor sacrificada de Moncayola en las ayudas a Nacho Vidal para acabar dejando en papel mojado todos los elogios vertidos sobre Vinicius en los últimos días. En ese dos contra uno que no es sino la pieza matriz de este equipo (todos ayudan a todos) se cimenta el carácter del Osasuna de Arrasate y de un empate a cero que sabe a victoria.

Los habrá que no den valor al perfecto ejercicio defensivo de Osasuna reprochando al Real Madrid su incapacidad para variar el guión de un partido que, como digo, lo llevaba escrito de Pamplona Jagoba Arrasate. De todo hubo. En la reiteración de disparos de los madridistas desde fuera del área está la desesperación ante la imposibilidad de encontrar resquicios en la zaga rojilla. Y aunque hubo un remate al palo de Benzema, a Sergio Herrera se le exigió poco (en comparación con lo que él se exige jugando tan adelantado y regateando más allá de su territorio) y a Moncayola también se le marchó el balón al poste en la mejor contra de Osasuna. Empate pues a casi todo, aunque los porcentajes de posesión de la pelota dibujen una superioridad madridista.

"Hay que ser realistas", sentenciaba el martes el entrenador y líder carismático del equipo y hasta del osasunismo. Pues tendremos que serlo; y la realidad sitúa a Osasuna en el grupo de cabeza con una puntuación que invita a ilusionarse al menos con retos mayores, porque no es casualidad ganar cuatro partidos como visitante y en el quinto rascar un puntazo en el Bernabéu ante un candidato al título. Esta puede ser una gran temporada. Y además jugamos con doce.