Osasuna no encontró el modo de meterse en el partido y pasó un trago amargo frente al Barcelona, que goleó a placer y dominó con absoluta comodidad a los rojillos hasta hacerlos bailar al ritmo de su canción, la única que sonó. El equipo de Arrasate completó el encuentro más apocado de la temporada frente a un contrincante de campanillas que, además, estuvo desbocado en su juego ofensivo, y certero y letal en una primera parte esplendorosa. Si Arrasate quería exponer algún plan, aguantar la presión y pescar en alguna acción de personalidad, todo se quedó en la teoría y apuntado en la libreta porque todo fue borrado muy pronto, después del primer gol antes de los primeros quince minutos. El resto resultó una larga caída libre, plasmada en goles y, sobre todo, en un dominio abrumador. No hubo nunca noticias de Osasuna, que se comportó como un excelente invitado, incapaz de estropear ninguna fiesta.La reunión de las excelencias del Barça y la actitud condescendiente de Osasuna redundó en un marcador amplio y rotundo, al que nada pueden oponer los rojillos, que nunca vieron de cerca la portería de su rival -Ter Stegen no intervino en ningún momento- y que tampoco fueron capaces de cerrar las heridas por las que les hizo desangrar el conjunto local. Dembélé completó una actuación estelar, triturando rivales y centrando como un poseso, Ferran Torres anduvo cómodo y fino bailando entre defensas alborotados y Aubameyang también sacó de sus casillas a los zagueros con una diana de ariete. Todo demasiado fácil desde mucho más lejos que las cercanías del área. Hasta Riqui Puig se sumó a la fiesta del Camp Nou, el suplicio de Osasuna.

La posible polémica del penalti de Nacho Vidal sobre Gavi quedó rápidamente olvidada por los goles del Barcelona y por el rondo general que se organizó en la primera parte con los rojillos como invitados de piedra. Al gol de Ferran desde el punto de penalti -la caída no ofreció dudas para el árbitro-, le siguió el segundo tanto de su cuenta en siete minutos -Dembélé estaba de asistente- y otro gol de Aubameyang poco después. El resumen del horro fue que Osasuna quedó barrido del partido en un rato de inspiración del Barça -en trece minutos-, que siguió después navegando con paz absoluta en la contienda. No hubo nada rescatable del primer acto, ni siquiera por el lado de Iker Benito, el chaval debutante al que le sobraban ganas y buenas intenciones, pero no tenía ni una senda que recorrer ni balón que disfrutar porque siempre era del Barça. La apuesta del entrenador por el joven futbolista quizás tenga el mensaje de lo que se viene a corto plazo, que hay relevo por abajo y que probablemente comiencen a barajarse nuevas opciones en lo que queda de Liga.

Osasuna estaba metido en un aprieto en el descanso porque el partido se había convertido en un dolor en la cabeza, un nudo en las piernas y un vacío en el estómago por el volumen del castigo. El equipo mejoró con los cambios y la variación del sistema, que dificultó algo más al Barça que, por otra parte, siguió llegando con paso firme, con oposición por fin mediana, porque en la primera parte no bubo alguna. Dembélé siguió hartándose de centrar, pero al menos Osasuna fue capaz de sostener la distancia de tres goles durante media hora, hasta que Riqui Puig no quiso perder su ocasión.

Los rojillos llegaron ilusionados a Barcelona y se marcharon maltrechos y trasquilados. Un mal trago que debe quedarse ahí. Y una lección que recordar.