Osasuna alimenta sus ilusiones porque después de la importante victoria en Valencia, en un partido difícil, ante un rival peliagudo y con peso de las decisiones arbitrales en su desarrollo, los rojillos se pueden permitir el lujo de soñar. El reto que ha puesto encima de la mesa el entrenador hace unos días pasaba por conseguir el triunfo en el campo de Mestalla y ahora, completada con éxito la primera casilla de la quiniela hay que ir a por la siguiente.El equipo de Arrasate cumplió la parte que le correspondía en el encuentro con el Valencia y se acerca a las posiciones de cabeza que, en el caso de cumplirse todas sus variables, le pueden otorgar al final de temporada la clasificación para la disputa de la Conference League. El reto es difícil incluso de enunciar, pero nada mejor hay para terminar la temporada que plantar la vista en el horizonte y pensar en nuevos objetivos. Perseguir nuevas aventuras forma parte del crecimiento y Osasuna está dando un paso más en su proceso consolidación y mejoría con este viaje que se ha organizado hasta final del campeonato.

Chimy Ávila y Budimir, los goleadores, se encargaron de darle forma al cumplimiento del objetivo. El primero cobrándose un penalti y el segundo, oficiando de ariete firme que mantiene el cuchillo entre los dientes en cualquier pelota que se aproxime a sus inmediaciones y pese a mantener a veces una lucha desequilibrada frente a centrales fogosos y exagerados en todos los duelos. Osasuna supo mantenerse en pie por el acierto de sus delanteros, pero también por una apreciable demostración de madurez general ante un contrincante de calidad y con proclividad para crear situaciones de desequilibrio. El Valencia no mantuvo el ritmo y pegada de otras jornadas e hizo del partido un duelo a veces embarullado, demasiado pendiente de detalles y quejas, algo en lo que llegó a caer el árbitro en decisiones discutibles. También en eso supo mantenerse firme el equipo de Arrasate, cuando el Valencia acechó en el marcador tras un penalti de los que en otra parte no se pitan. Es el peaje del VAR que no lo sabe todo.

Antes de un segunda mitad trepidante, con goles, emoción, sus dosis de polémica y final feliz rojillo, hubo muchos minutos menos encendidos. Osasuna y Valencia vivieron una primera parte igualada, con problemas circunstanciales para los rojillos en un par disparos comprometidos, y cuando Guedes decidió aparecer en el Valencia a base de calidad y potencia.

A Sergio Herrera le probaron Racic y Foulquier en un par de lanzamientos a media distancia, que zanjó sin apuros y con sendos despejes le meta de Osasuna.

Osasuna se sostuvo mejor en defensa que en anteriores encuentros fuera de casa y el Valencia estuvo incómodo por la situación. Una molestia sobre todo cerca del área, porque el partido, salvo por el empeño del árbitro con las tarjetas, no resultó un estrépito de dos equipos a la carrera. Al contrario, el orden y la cuadrícula de Osasuna y Valencia se impuso a otras labores. Ni siquiera hubo faltas por el ímpetu de la necesidad, porque la primera llegó a los dieciséis minutos.

El equipo rojillo se mostró contenido en sus prestaciones en ataque. Su oportunidad más clara fue un rebote sobre Guillamón a un centro del Chimy que acabó dando en un palo. Veinte minutos después llegó la siguiente, en la recta final del primer tiempo, gracias a un disparo de Moncayola que marchó fuera por muy poco.

Nada mejor que un penalti para desatascar un partido. Un penalti por mano indiscutible de Foulquier, un jugador disparatado en casi todo lo que hace, que regaló a Osasuna la oportunidad de ponerse por delante en el marcador a los cinco minutos de la reanudación. El Chimy no falló y Osasuna creció con el gol. El Valencia continuó siendo un equipo con cuentagotas en sus oportunidades, pero muy dotado a crear acciones dudosas en rehaces, segundas jugadas o enredos entre jugadores. Los cambios mejoraron a Osasuna, que continuó con un juego correcto y con las ideas claras. Tan claro como el centro de Rubén García al segundo palo para que un Budimir sostenido en el aire cabeceara de forma impecable.

A pesar del ingreso en el partido de futbolistas de calidad por parte del Valencia, Osasuna no sufría más de la cuenta hasta que la revisión de una caída de Guedes ante Rubén García, alimentó algún temor tras la transformación del penalti de Soler. El Valencia no mejoró tras acercarse en el marcador y, al contrario, incidió en los errores de un equipo que solo bombeó balones y buscó roces y caídas favorables a sus interés. Osasuna, sereno pese a los barullos, se llevó los puntos con merecimiento y deja su otro reto el miércoles ante el Real Madrid. Así se crean los sueños.