Este domingo estaba siendo un mal día para el osasunismo. Lo ha sido por varias imágenes que no ayudan en nada a la rojez y su entorno. Primero, las imágenes de la pelea producida en la calle Tajonar. Después, las de una asamblea con nula participación, que no presencia, y que deja en evidencia la poca implicación de muchos de los compromisarios. Ya no debatimos los resultados que, como dijo Sabalza, fueron “los esperados”, pero sí la falta de dudas, consultas o lo que sea. Una intervención y gracias. Sorprendente y preocupante.

Pues, en medio de todo eso, llegó el equipo de Arrasate y se marcó posiblemente el mejor partido del año. Si no el mejor, sí el más completo. Y el más disfrutón también. Y es que Osasuna pudo haber marcado más de los dos goles que consiguió cosechar. La conexión entre Moi y Aimar empieza a tener visos de asunto serio y hace jugar al equipo de una manera preciosa. Si a eso le sumas la verticalidad de Barja y la intensidad del Chimy (más el tremendo ancla que es Lucas Torró), queda un Osasuna que reventó al Valladolid durante más de 80 minutos del partido (se tomaron diez un poco de descanso para el arreón final).

Tampoco hay que olvidar la salida de Roberto Torres. El capitán, al que durante su carrera se le ha disparado sin temor por su carácter está haciendo una labor espectacular. Sin jugar, no solo ni una mala cara, sino que está trabajando en su físico (con el preparador de Asier Martínez, entre otros) y está ayudando, como dijo el Chimy Ávila al acabar el encuentro, a sus compañeros durante toda la temporada. Está demostrando que es un capitán cuando más difícil es serlo, cuando no se juega. 

Todo, en conclusión, lo que ocurrió en el verde fue una ayuda, como diría Dani Martín, para volver a disfrutar. Todo lo demás, para echarse las manos a la cabeza pero mirar y analizar, sino algún día más que reír, lloraremos.