No es lo mismo impartir justicia que repartir justicia. La interpretación de una falta, de una fricción entre jugadores, no es más acertada si el criterio es dividir la gravedad del castigo posterior en partes proporcionales entre sus protagonistas. Aunque la pena sea idéntica, las repercusiones no son similares. El árbitro Gil Manzano quiso ser ejemplar ante el feo comportamiento de Abde y Pierre-Gabriel (nada nuevo a lo habitual en un juego de contacto) y pensó que lo mejor era mandarlos a enfriar los ánimos a la ducha. La decisión tenía mucho de preventivo, ya que extremo y lateral andaban enredados en un cuerpo a cuerpo que ya le había supuesto una tarjeta al rojillo por una plancha peligrosa y otra amonestación al españolista por agarrón. Pensó el colegiado que restando de los dos equipos no rompía el equilibrio de fuerzas y él sumaba en autoridad en un partido sobrado de golpes y encontronazos hasta ese momento.

Pensó mal; ni el rifirafe fue para tanto (no hubo insultos, ni escupitajos, ni gente rodado por el suelo ni cabezazos tan comunes en estos lances) ni el despido de los dos jugadores lo sufrieron por igual ambos contendientes. En la redacción del acta, Gil Manzano justificó la segunda amonestación a ambos por “discutir con un contrario sin llegar a insultos ni a la amenaza”. En vista de esto, ¿no es más grave la pena resultante que el delito? Saltaba a la vista que para el plan de partido de Osasuna la participación de Abde era fundamental; sus compañeros le buscaban con insistencia para que desbordara y su marcador (y luego compañero de condena) necesitaba colaboración para tratar de que no se metiera hasta el palo, como hizo el internacional marroquí a poco de comenzar el partido. Así que Osasuna, que para entonces iba ganando, salía perdiendo como era a todas luces evidente.

La decisión del árbitro (unida a la lesión de Torró) metió el partido en otra dinámica en la que los cambios de jugadores y los movimientos tácticos tuvieron aturdido a Osasuna veinte minutos sin recomponer su posición en el campo, mientras Diego Martínez chapoteaba en ese charco en el que se encuentra tan cómodo. A Arrasate, por su parte, le costó encontrar el equilibrio, lo que acabó consiguiendo cuando metió en el campo a Pablo Ibáñez y a Moncayola en el lateral derecho. Pero el equipo había perdido el desborde y los centros al área caían con menos peligro que las peladillas en una boda. Y por ahí se esfumaron dos puntos que ponían en otra órbita a los rojillos.

A parte de quedarse con diez, Osasuna se quedó a medias: reparto de expulsiones, reparto de puntos, mejor en la primera mitad que en la segunda, más lejos del descenso y más lejos de Europa, con gol de Budimir y muy poco de Chimy... Visto el poso con el que el equipo de Arrasate se hizo con el mando del partido (primero para adelantarse en el marcador y en el tramo final para deshacer el empate), sobró ese entretiempo que se hizo tan largo y tan complicado y en el que Aitor Fernández tenía que deshacer los intentos de un Espanyol que ya no tenía en Abde su primera preocupación. Había sido eliminado del partido por un absurdo principio de proporcionalidad.

Confidencial

Más declaraciones por la retirada de banderas. Sigue la elaboración del expediente para depurar responsabilidades por la retirada de banderas en El Sadar. Esta semana se ha recogido la versión del director de seguridad y de los vigilantes que intervinieron en el incidente. Se espera que la directiva del club resuelva el asunto a lo largo de este mes.