Miles de voces acompañarán a Osasuna este sábado en la final copera ante el Real Madrid. Muchas de ellas in situ, desde la propia Cartuja de Sevilla. La mayoría desde Navarra, la cuna del equipo. Y dentro del abanico geográfico desde donde se coreará cada cántico, cada ánimo, estará un pequeño país insular del Mediterráneo llamado Chipre. Desde allí, desde la ciudad de Larnaca, Oier Sanjurjo y su familia ya tienen preparadas sus camisetas para unirse a la fiesta rojilla. A un sentimiento que no han abandonado –ni abandonarán– a pesar de los más de 3.500 kilómetros de distancia.

“Me enorgullece ver cómo el club está teniendo una progresión ascendente. Me alegro mucho de que haya conseguido este hito, porque no es nada fácil. Siendo Osasuna, estas cosas pasan de ciento en viento”, comenta con ilusión el excapitán rojillo desde su lejana casa. Ya no viste la camiseta navarra, aquella con la debutó oficialmente en el primer equipo en diciembre de 2007 en El Sadar, ante el Mallorca, precisamente en un partido de la Copa del Rey. Con la que jugó 356 partidos oficiales y marcó 15 goles. Ahora defiende los colores del AEK Larnaca, conjunto chipriota al que llegó a principios de esta temporada una vez cerrada su etapa osasunista, con el que está en lucha por alzarse con el título liguero y con el que ha tenido la oportunidad de competir en Europa. Pero no olvida.

“Me enorgullece ver cómo el club está teniendo una progresión ascendente”

Oier sigue siendo una voz más que autorizada para hablar de Osasuna. Porque ha dejado una huella imborrable tras una trayectoria impoluta, con sus buenos y sus malos momentos, pero en la que el jugador estellés, de 36 años, siempre demostró un compromiso inquebrantable y un amor incondicional por los colores. De ahí su felicidad por ver al equipo de su tierra en un acontecimiento de esta índole, en una final copera, tras una participación de ensueño. “He vibrado con Osasuna en todas las eliminatorias que ha pasado. La ilusión se iba incrementando y también la motivación por cada enfrentamiento. Cada vez que pasaba de ronda, me alegraba muchísimo desde la distancia. Han sido mis compañeros hasta hace bien poco. Que sean ellos los protagonistas de algo así, que no es fácil ni habitual, me hace muchísima ilusión”, reconoce.

“El deber es el deber. Viviré la final aquí, muy a gusto, aunque con los nervios a flor de piel”

El excapitán navarro no podrá viajar a Sevilla para presenciar la final. Y no por falta de ganas. Una vez que Osasuna superó la eliminatoria ante el Athletic en San Mamés, Oier Sanjurjo estuvo “mirando” la forma de plantarse en el Cartuja. Pero, como bien recuerda, “el deber es el deber” y ahora mismo está centrado en la pelea por el Campeonato chipriota, al que aún le restan jornadas, y en el que su equipo es tercero con 61 puntos, a tres del segundo APOEL y a seis del líder, el Aris. “Hay que estar centrado en lo que toca, tenemos partidos muy importantes y no puedo escaparme. Imposible”. Con todo, no se perderá la final. “Lo viviré aquí, con la familia y con algunos amigos. Jugamos tres horas antes, así que ni pintado. Terminaremos el partido, nos juntaremos a cenar y a ver la final. Muy a gusto, aunque con los nervios a flor de piel y mordiéndonos las uñas, seguro”, augura.

El osasunismo de sus hijos

Familia

La alegría de Adur, Jon y Aiala

En el tiempo que lleva viviendo en Chipre, Oier Sanjurjo se ha adaptado sin demasiadas complicaciones a la vida lejos de Navarra. A miles de kilómetros de Pamplona y de su Estella-Lizarra natal. “Estoy satisfecho con la experiencia que me ha tocado vivir”, dice, “jugando en Europa, algo que no había experimentado hasta ahora, y viviendo en una cultura nueva. En general, estoy contento por el año”, constata.

Todo es más fácil al estar acompañado de su pareja, Joana Octavio, y de sus tres hijos: Adur, de 8 años; Jon, de 5; y la pequeña Aiala, de 4, a quienes ha inculcado el sentimiento osasunista y quienes están “alucinando” con todo lo que está aconteciendo. “Ellos están acostumbrados a ver a su aita jugar al fútbol y obviamente seguimos a Osasuna, como no puede ser de otra manera. Están alucinando de que esté en la final. Eso es bueno”, valora. “La juventud y los críos ven la mayoría de las veces a los equipos grandes que consiguen gestas importantes y algo como esto es una forma de demostrar que ser de Osasuna también implica llegar a conseguir cosas muy bonitas, como una final de Copa. Eso es importante para enganchar a los jóvenes y que haya osasunismo para el futuro”.

Ese sentimiento está exaltado estos días allá donde se mire. Conforme se acerca la final adquiere más fuerza incluso. Y todo lo que envuelve a esta cita que tendrá lugar en Sevilla también le llega al futbolista estellés a Chipre. “Las tecnologías ayudan. En los grupos de los amigos o de la familia ves cómo están organizando los viajes y demás, y la verdad es que me da un poco de pena el hecho de no vivirlo más de cerca. Te alegras, por supuesto, pero no se percibe tanto ese calor y esa cercanía que sentiría de estar en Pamplona o en Estella. Aunque a mi manera también lo estoy saboreando”.

“Ahora estamos en lo alto de la ola, pero es bueno recordar siempre de dónde venimos y hacia dónde vamos”

Y lo que saborea es ilusión, felicidad, alegría, nostalgia incluso y orgullo por ver cómo el club de su vida, paso a paso, ha conseguido sin alardes ni envoltorios llegar a lo más alto. “A mí me tocó vivir o experimentar situaciones de toda índole”, recuerda Oier, “desde muy buenas a menos buenas. En esas nos tocó estar y en esas estuvimos. Luego, desde la insistencia y desde la convicción de que podíamos cambiar el rumbo de la situación, en los últimos años me tocó disfrutar de asentarnos en Primera División y del crecimiento de la entidad. Esta clasificación para la final es como una culminación a ese proceso ascendente que está viviendo el club. Ahora estamos en lo alto de la ola, pero es bueno recordar siempre, con los pies en el suelo, de dónde venimos y hacia dónde vamos”.

Rival difícil, pero no imposible

La final soñada...

¿Con gol de Kike Barja?

Oier Sanjurjo sabe muy bien cuál es el camino que ha guiado a Osasuna en los últimos años, porque buena parte del trayecto lo ha protagonizado. Bien es cierto que la primera final del año 2005 en el Vicente Calderón le queda lejos, aunque la recuerda perfectamente. Tenía 19 años y estuvo acompañado de “la cuadrilla de amigos y con un kalimotxo en la mano en la Plaza del Castillo”. Todo envuelto por “un ambiente festivo” que jamás olvidará.

La vida ha querido que en esta segunda gran cita copera tampoco pueda estar presente, tras abandonar Osasuna a finales de la temporada pasada. Pero mantiene el contacto con buena parte del vestuario rojillo, habla asiduamente con quienes fueron sus compañeros sobre el césped y sus amigos fuera del campo, y sabe perfectamente “cómo están, lo qué sienten y cómo están viviendo esta final porque me tienen al día de ello”.

“Yo les invitaría a que fuesen ellos mismos. Que no renuncien a su seña de identidad. Que aprieten y sean incómodos”

Una final que no se presenta nada fácil, ante un Real Madrid que en la Liga parece desahuciado, pero que en otras competiciones como la Champions mantiene una hegemonía aplastante y está más que acostumbrado a jugar esta clase de partidos. “Nadie se va a echar las manos a la cabeza si decimos que el favorito es el Real Madrid”, admite. “Tiene más presupuesto, mejor plantilla y ha jugado más finales. Eso es así”. Sin embargo, dicho esto, para el excapitán rojillo “Osasuna tiene argumentos de sobra” para salir victorioso de la final de Sevilla. Y, desde su posición de emblema de club, de quien lo ha dado todo por este escudo, aconseja. “Yo les invitaría a que fuesen ellos mismos. Que supiesen gestionar de la mejor forma posible esos nervios y esa tensión que puede haber en un partido de semejante calado. Y, sobre todo, que no renuncien a su seña de identidad. Que aprieten, sean incómodos, que no dejen jugar fácilmente al rival... Hay que amenazar y crear peligro, además de tener suerte en el área propia, por supuesto. Defender como siempre lo ha hecho Osasuna, muy sólido. Además de tener esa pizca de suerte que también hay que tener contra este tipo de equipos. En definitiva, rozar la perfección, su mejor versión, y que ellos no tengan su día también”.

Estos son los consejos de un Oier Sanjurjo que, por qué no, sueña con la posibilidad de que la próxima campaña su equipo actual, el AEK Larnaca, se vea las caras con su club del alma en Europa. “Si pasase eso la temporada que viene, yo ya me bajo de la vida. No me lo podría llegar a creer. Sería algo surrealista, muy bonito. Las casualidades no existen y la vida es muy caprichosa”, afirma entre risas.

Pero antes de que eso ocurra, si es que algún día el destino así lo quiere, hay una final copera por jugarse. Como bien reza el dicho, las finales no se juegan, se ganan, y eso es lo que espera un Oier Sanjurjo que no tiene problema en decir cómo sería su final soñada. “Estaría muy bien que ocurriese como en la semifinal en San Mamés, como pasó con el gol de Pablo Ibáñez ante el Athletic. Que fuese algún jugador de casa el que le diese ese toque mágico a ganar, a esa posible victoria. Podría decir cualquiera de los jugadores de casa... Aunque me voy a mojar. Me gustaría que ganase Osasuna, aunque fuese 1-0, y con gol de Kike Barja, al que le tengo mucho cariño”, admite en tono divertido.

Sea al final Kike Barja o cualquiera de sus compañeros de vestuario, lo que desea Oier Sanjurjo es que el club en el que ha crecido y que durante años tuvo el honor de capitanear se convierta en el nuevo campeón de la Copa. Él animará desde Chipre con todo su corazón y sus fuerzas, acompañado por su familia. Anhelando seguramente estar en la Cartuja con la marea rojilla, pero sabiendo también que si Osasuna ha alcanzado esta final es por el esfuerzo de todos los que están ahora y también en buena parte de quienes estuvieron y se dejaron la piel y el alma por este escudo. Como él.