“Habrá otra”. Así nos trataba de animar Tomás de la Ossa en la redacción de Diario de Noticias a los periodistas que, cabizbajos, volvíamos de la final de la Copa del Rey disputada por Osasuna el día anterior ante el Betis. Era el 12 de junio de 2005. Un día triste. En ese momento pensábamos que, si en casi cien años de historia del club se había jugado sólo una final de Copa, sería difícil tener la oportunidad de volver a disfrutar de algo parecido en nuestras vidas. Y, si los milagros existieran, sería eso. Otra.

Pues Tomás tenía razón. Hay otra. 18 años después. Todavía cuesta creerlo. La atracción por vivirla existe, pero es eso. Otra. Ya no estará sentado a mi derecha mi compañero Pedro Lanas, porque eso es imposible. Y duele. Ya no la podré escribir como enviada especial, porque ahora he elegido aplaudir desde la grada. Y se hace extraño. Y espero no acabar de madrugada de nuevo en comisaría para denunciar el robo del portátil de María. Tobogán de emociones.  

Lo dicho. Es otra. Y con toda la nostalgia de lo que no va a poder ser, de lo que no se volverá a repetir, la ilusión se renueva. Presencia anunciada en Sevilla desde febrero, locura tras el empate en San Mamés, fiestón el día que pagamos los billetes de tren y nervios ya con las entradas en la mano. Hace tiempo que en mi casa no se sueña sólo por la noche. Porque no nos la queremos perder. Porque es una experiencia única. Porque, sea cual sea el resultado, habrá merecido la pena ya sólo por la ilusión de la espera.

Voy a tener la suerte de poder vivirla con los míos, entre ellos un par de chavales que no habían nacido en 2005 y me han escuchado miles de veces contar el gol de un australiano llamado Aloisi (al que echaron de menos el día del homenaje); que Maite perdió su móvil para siempre en el estadio en ese momento de celebración del gol que todos guardamos como instante que describe qué es la felicidad; que el padre de una de sus rivales de baloncesto estaba en la portería de Osasuna en aquella final; que en la aquella carpa (lo de Fan Zone vendría después) fue San Fermín por un día en Madrid; que la Bomba no sólo fue la canción de King África en los prolegómenos; y que ya nunca he podido ver los colores verde y blanco juntos sin que me recuerden a esa mitad (y más) de la grada del Vicente Calderón. Si esa pasión por Osasuna ha contagiado a la siguiente generación, objetivo cumplido. Tiempo y dinero bien invertidos. Félix, Jon, os echaremos de menos. Contando las horas. Ganas. Nos vamos a Sevilla. Por si no hay otra.