La afición de Osasuna salió disgustada de La Cartuja de Sevilla por varios motivos. Uno de ellos, como es natural, porque su equipo perdió la final de Copa contra el Real Madrid (2-1) pese a plantar cara al vigente campeón de Liga, de Europa y del Mundial de clubes, pero también se dieron otras situaciones poco agradables para una notable representación de la hinchada rojilla, sobre todo las relacionadas con el acceso al estadio, y también con la salida del recinto para regresar a su lugar de hospedaje y a sus respectivos medios de locomoción para volver a Pamplona –fueron unos cuantas y unas cuantas las que retornaron directamente a la conclusión del encuentro–.
Las principales quejas se produjeron porque quienes pusieron rumbo al estadio desde la fan zone, ubicada en el parque Magallanes, a unos 40 minutos andando de La Cartuja, se encontraron con varias retenciones inesperadas, como un cordón policial para proteger la llegada al estadio de los autobuses de ambos equipos. Fue este uno de los motivos que provoco retrasos bajo el intenso sol que lució durante toda la jornada del sábado en Sevilla, una ciudad de la que la hinchada rojilla se lleva un excelente recuerdo –sobre todo del centro de la capital hispalense, que ayer parecía Pamplona por San Fermín–.
Aunque el retraso no impidió que la gente llegara a tiempo al partido, no así a los conciertos previos –la verdad es que no resultaron excesivamente atractivos–, lo cierto es que la marea rojilla llegó al estadio con un cabreo que se elevó al comprobar los elevados precios en las barras de los bares –un botellín de agua costaba 3 euros y una cerveza de medio litro, 6, el doble, por citar un par de ejemplos–.
No mejoraron las cosas en una salida bastante complicada por la escasa iluminación y el mal estado de las aceras del trayecto que une la zona de La Cartuja con el centro de la ciudad, a lo que hay que añadir la escasa oferta de transporte –autobuses, taxis...– frente a la elevada demanda.
