Entiendo que haya preocupación por la violencia verbal y física que campa a sus anchas en las gradas de los estadios de fútbol y en sus aledaños. Los últimos días, los incidentes registrados en el campo del Atlético de Madrid en el derbi de la capital, el jueves en Anoeta y antes en el recinto del Girona, generan una alarmante crónica de sucesos que ponen de manifiesto que queda trabajo por hacer para desterrar a los violentos de las gradas. Los incidentes, sin embargo, son muy puntuales y en un porcentaje muy bajo si atendemos a la cantidad de partidos programados cada día. Pero la preocupación sigue viva en los clubes y organismos que rigen el balompié ante unos hechos que cualquier día se pueden ir de las manos y degenerar en una tragedia, si no lo es ya para cualquier aficionado que el acudir a un partido o lucir los colores de una camiseta entrañe un riesgo.
Tampoco debemos asimilar como algo habitual el que la presencia de fanáticos ultras que viajan con su equipo obligue a realizar un grueso despliegue policial y de seguridad, a cerrar antes los colegios o a no poder transitar libremente por la vía pública mientras por el centro de la calzada unos tipos encapuchados y con bengalas se sienten impunes e importantes. Hay mucha laxitud en los organismos que rigen el fútbol español y europeo. Si no adoptan medidas más severas, si no se prohibe el desplazamiento de grupos violentos que solo buscan la confrontación, si no hay sanciones para los clubes que lo consienten o no hacen todo lo que está en su mano para impedirlo, sin ese posicionamiento, las campañas mediáticas institucionales no servirán para nada.
En este punto, el mensaje de los medios de comunicación es relevante. Por eso, contemplo con indignación cómo en los programas Jugones, en LaSexta, y El Chiringuito, en Mega, después de repasar los últimos incidentes, emiten de manera sensacionalista imágenes que no vienen a cuento de aquel Osasuna-Real Madrid de febrero de 1989 y recurren una vez más a un tipo teatrero y resentido como el exguardameta merengue Paco Buyo para que casi cuarenta años después repita la misma batallita sin que guarde alguna relación con la actualidad. Nadie en el osasunismo se siente orgulloso de lo que pasó pero es lamentable que décadas después sigan poniendo en tela de juicio a Osasuna y su afición por aquellos incidentes (cuyo contexto también habría que analizar con la perspectiva de los años). Porque bien podían haber elegido imágenes de antaño del Camp Nou arrojando todo tipo de objetos a Figo, de las razias de Ultra Sur contra aficionados rojillos, de los actos criminales de gente afín al Frente Atlético, de la bengala que mató a un niño en el viejo Sarriá…
Para Pedrerol y su corrillo da más audiencia difundir una imagen victimista del Real Madrid a costa de lo que sea, en el caso de lo emitido este viernes para enfangar a Osasuna valiéndose del gimoteo anacrónico de un Buyo que prefiere hablar de esto antes de que le recuerden que en aquel legendario 12-1 de España a Malta, él era el portero y le marcaron gol en el único disparo a puerta; o de su papel de pésimo actor cuando fingía una falta; o de la manita que le endosó el Milan en Copa de Europa; o de los cuatro que le coló Osasuna en el Bernabéu.
Ya digo, no sé a que viene escarbar en el pasado: todos tenemos algún muerto en el armario. El problema de la violencia en el fútbol es de ahora mismo, y frente a lo que está pasando en los estadios, lo último es avivar hogueras de las que no quedan ya ni las cenizas (como mucho algún cenizo). Mientras se pide cordura y seguridad, hay tipos por ahí con un bidón de gasolina.