Reconozco que a los apologistas de la cantera nos puede la pasión por lo propio. Nos gustaría que el equipo estuviera rebosante de chicos que han crecido en Tajonar, a los que no hay que explicarles cómo somos y lo qué perseguimos. La cantera ni es un invento de ahora ni nadie puede reclamar su propiedad intelectual; en el caso de Osasuna, desde que dio sus primeros pasos en el fútbol, los cronistas de la época y los aficionados coincidían en la importancia de jugar con gente de casa. Y han pasado cien años. Pedimos cantera cuando fallan los recursos externos y cuando las cosas van mal porque sabemos que esos chicos no nos van a fallar. Celebramos sus éxitos y tapamos con un paño fino sus errores.

Usamos una doble vara de medir y a la menor discrepancia sobre rendimientos y momentos de forma de jugadores de la plantilla barremos para casa a costa de quienes han llegado al club por la vía de una transferencia comercial. Los hinchas moderados inventaron para nosotros el término taliboinas y no les falta razón. Por eso creo que habría que ampliar el concepto de cantera. Quiero decir: ¿tienen más valor como canteranos jugadores que llegando desde abajo tuvieron un breve paso por el primer equipo o futbolistas como Rubén García que va por la octava temporada con nosotros? Y si no es canterano, ¿qué es a ojos de los aficionados? Basta con repasar los datos del valenciano para comprobar su impacto en Osasuna.

Rubén García está completando una hoja de servicios que le acabará colocando en los puestos más altos en el número de partidos disputados, de tantos marcados y, en particular, de pases de gol a sus compañeros, que es el acto de máxima generosidad en el fútbol. Ayer, en un partido clave para el futuro del equipo y del entrenador, Rubén despejó el horizonte con una asistencia marca de la casa a Víctor Muñoz y con un gol de fortuna porque su disparo lo desvió un defensa. Un gol que tiene mucho de justicia poética porque hasta ahora esos rebotes solo favorecían a los rivales y acababan descontando puntos a Osasuna. Pero no fue solo eso; Rubén García se multiplicó en la presión y fue el quinto defensa en la línea de cuatro por la que ayer optó Lisci.

Su presencia a la derecha de Arguibide (desempeño más que correcto del chaval en un compromiso que no admitía errores) blindaba el área y la portería de Sergio Herrera, que ayer quedó inmaculada. Por otro lado, Rubén García está en esa edad (32 años) en la que a un futbolista hay que darle pocas instrucciones; conoce tan bien el juego y sus triquiñuelas que no le hace falta correr mucho para ocupar el máximo de espacio en el campo e influir directamente en el juego. Y si en algún momento está comprometido con el balón siempre le queda el recurso de jugar de tacón... aunque debería no ejecutarlo en campo propio por las pérdidas los contragolpes y esas cosas que sacan de quicio a los entrenadores.

Rubén García llegó ayer al rescate de Lisci en un encuentro comprometido para todos. Osasuna no desplegó un buen fútbol y el colista le puso en aprietos. Por ahí hubo poca mejora, con muchas pérdidas de balón, concediendo muchos centros laterales y reculando más de la cuenta, actitud que recibió la reprobación de la grada. La secuencia de cambios también pareció algo disparatada. Pero se trataba de ganar o ganar y no vamos a ponernos exquisitos viendo cómo está la clasificación. Por fortuna, los canteranos como Rubén García siempre responden ante las emergencias.