Uno empieza a jugar un partido pensando en llegar hasta el minuto 90 y pico y se ve muy lejano. Por eso no es fácil salir como si la vida te fuera en ello. Si lo haces con esa intensidad desde el principio, al minuto 20 ya estás fundido y pidiendo la ducha.

A menos que tengas un objetivo común con el resto de tus compañeros, con la grada que no deja de empujar y, sobre todo, estés al borde del precipicio. Y si encima, Rubén, Monca y Budi predican con el ejemplo, nada malo te puede pasar y todos a arrimar el hombro. Unos muerden, y los otros también.

Pero, en el mejor de los casos, esto dura hasta que te pones por delante, y entonces llega el respiro para coger aire. Porque el partido no ha empezado con el pitido inicial del árbitro, sino con el final del anterior, que no se ganó y la semana se ha hecho muy larga. Por eso los quince minutos de pausa que siguieron al gol son comprensibles.

Aunque el Levante lo tuvo demasiado sencillo para someter a Osasuna, aprovechando la amplitud por la banda de Manu Sánchez y forzando a Rubén a retrasar su presión más de lo deseado. Incluso la entrega del balón al Levante tras el segundo gol se puede entender. Eso sí, la vuelta a los tres centrales en el tramo final parecía innecesaria.

Y nada de defensas pares, vigilancias, pasillos interiores ni correlaciones o causalidades. Hace falta el “todos a una”, algo de acierto en las ocasiones y que el colista esté enfrente también ayuda. Parece que el fútbol así es fácil, pero estas tormentas no pasan todos los días y conviene reforzar la idea del juego.

Los jugadores tomaron el mando con el consentimiento acertado de su entrenador, una decisión que refleja su confianza en el grupo. Sin embargo, sigo echando de menos a alguien que, durante el partido, le susurre por lo bajini algún hallazgo táctico que quizá se le escape y tampoco hayan detectado los demás. Ese detalle compartido que muestra complicidad. Es algo que veo en muchos campos y también ocurría aquí la temporada pasada. Ahora percibo al italiano un poco solo, incluso en las celebraciones.

*El autor es exfutbolista y profesor de la UPNA