La familia de Arazuri dona a la ciudad las 22.000 imágenes que coleccionó el doctor
En un 99% son fotografías de Pamplona en blanco y negro, y la más antigua data de 1860Barcina afirmó que el Archivo Municipal conservará el legado y anunció una exposición para comienzos de 2011
pamplona. El de ayer fue un día histórico para la ciudad. La colección de uno de los mejores historiadores de la capital, el doctor José Joaquín Arazuri, forma parte desde ahora del patrimonio de todos los pamploneses. Se trata de más de 22.000 imágenes, casi en su totalidad de Pamplona, que desde ahora podrán ser consultadas por curiosos e investigadores en el Archivo Municipal. Además, no queda mucho para que todos los ciudadanos puedan conocer el legado de Arazuri, ya que la alcaldesa de Pamplona anunció ayer que a comienzos de año se va a inaugurar una exposición de sus fotografías en el Condestable.
Sagrario Irigaray Aramburu, viuda del médico pediatra e historiador pamplonés fallecido el 6 de noviembre de 2000 a los 81 años, hizo entrega ayer a Barcina, en nombre del Ayuntamiento de Pamplona, de la colección legado de su esposo. La entrega simbólica se materializó mediante la firma de un convenio, por el cual el Consistorio se compromete a integrar estas imágenes en la fototeca del Archivo.
En nombre de toda la familia, Sagrario Irigaray afirmó sentirse "orgullosa de que este archivo fotográfico pase a formar parte de la ciudad de Pamplona", que Arazuri "tanto amó", y añadió que "espero que este archivo sirva para uso y disfrute de todas las personas, como fue la filosofía de mi marido". La viuda del doctor agradeció al Ayuntamiento, que en 1992 le otorgó la Medalla de Oro de la ciudad, "por haber reconocido su figura de médico e historiador".
LA PRIMERA FOTO, DE 1860 Además de por su tarea de médico pediatra, José Joaquín Arazuri, que tiene un paseo en su nombre junto al rincón de la Aduana, es recordado como un amante y recopilador de la historia gráfica de la ciudad. Él mismo inmortalizó desde la segunda mitad del siglo XX y hasta sus últimos años muchas de las escenas de la vida cotidiana de Pamplona, una colección a la que fue sumando copias de instantáneas ajenas o incluso donaciones de particulares, como Fidel Veramendi, Mauro Ibáñez, José Ayala, Julio Altadill, Anselmo Goñi, Zaragüeta, Galle, Nobel y Zubieta. En total más de 22.000 fotos, en su mayor parte en blanco y negro, y entre ellas la más antigua data de 1860. De éstas, 21.000 ejemplares son positivos sobre distintos soportes, desde las primas copias en papel a la albúmina, hasta las copias en papel de revelado químico. Otras 1.000 son negativos de gelatina y bromuro de plata, y de película de acetato y poliéster.
La alcaldesa de Pamplona agradeció ayer sensiblemente emocionada la donación de la familia a Pamplona. Yolanda Barcina señaló que se trata de "un día importante para todos los pamploneses y los amantes de la historia de la ciudad", y añadió que el Ayuntamiento recibe "con agrado" este legado, que "nos permite mirar a Pamplona a través de unas lentes especiales", y observar "cómo evolucionó la ciudad que él tanto quiso". La alcaldesa anunció que el Ayuntamiento se compromete a mantener la colección "en buenas condiciones", ya que "aunque nuestro archivero Molins se va a jubilar, ha sabido preparar a su sucesora, Ana Hueso".
LA FAMILIA, ORGULLOSA Ayer, la familia de Arazuri casi al completo acudió al acto en el Ayuntamiento. María José, una de las cinco hijas del doctor, afirmó que su padre "siempre quiso que sus fotos fueran para los pamploneses, para la ciudad", por eso "lo mejor es que estén al alcance de todos". Mª José recordó que "mi padre era un volcán, no paraba un momento, y le daba tiempo a todo, quitando horas al sueño" y añadió que "disfrutaba mucho con todo" y que "la ciudad se lo ha agradecido siempre, incluso en vida, lo que es muy gratificante". También su nieta Paula Huguet recordó que al doctor "siempre con una sonrisa en la boca" y reconoció que "ha hecho una gran labor y estamos orgullosos". Una anécdota: "Todos los domingos, mi hermano y yo nos levantábamos de la mesa y gritábamos Viva el abuelo. Él ya tenía el dinero en el bolsillo preparado para darnos la paga".