El bar restaurante Otano (c/San Nicolás, 5) celebra este año su centenario y la familia Juanco Galar y sus descendientes cumplen ochenta años regentándolo. Si las paredes hablaran, contarían lo mismo que sus dueños: que ha sido muy divertido.

El 1 de julio de 1912, el pamplonés Tomás Otano se hizo con el establecimiento hasta 1923. Tras él, llegaron otras personas que dirigieron el bar durante escasos años. La impronta de los Juanco llegó el 1 de abril de 1933. "Mis abuelos, Isaac Juanco y Felisa Galar arriesgaron todo lo que tenían para sacar adelante el bar", explica Ana Juanco, de 49 años. El matrimonio, que trabajaba en el campo en Salinas, compró el local por 32.000 pesetas. Tuvieron cuatro hijos: Maravillas, Andrés, Ángel y Salomé. Andrés trabajó en el bar desde los 14 años y, poco a poco, fue adquiriendo responsabilidades en la Casa, que se convertiría en el hogar de sus hijos. Paralelamente, en Casa Otano se comenzó a elaborar platos que aún hoy se conservan y se creó una pensión (el tercer piso de la casa alojaba a jóvenes de Sangüesa que trabajaban en el bar).

incansable tere Corría el año 59, cuando Andrés se casó con Tere Goñi. "Incombustible", le describen enseguida sus hijos. Ella, alegre, bromea. "A veces me llaman la Thatcher". El matrimonio crió a seis hijos en la que, literalmente, fue su casa. "Vivíamos en el primer piso. A las 7.30 horas mi padre se levantaba y nosotros le ayudábamos a llevar el carbón a la cocina, a la que se accedía por la calle Comedias. Nos preparaba el desayuno y nos llevaba al colegio. Mi madre atendía el bar y nos cuidaba a la vez", cuenta Amadeo Juanco. "Había momentos en los que la vida familiar era muy intensa y otros en los que no existía, como a la hora de comer o cenar", indica Amadeo.

Pero en 1975, Andrés enfermó y murió. Tere, con 38 años, se queda viuda con seis hijos y un bar, restaurante y pensión a su cargo. "Todo el mundo me dijo que vendiera el bar, pero seguí", explica Tere, la matriarca y artífice de que Casa Otano sobreviviese. Mirando atrás, Tere tiene claro que lo consiguió "con mucho amor propio y mucho trabajo. Adelgacé 14 kilos". Su hermana, Merche Goñi, les ayudó. A ella hay que achacarle que Casa Otano modernizase la cocina con nuevos platos traídos de Francia. También para el establecimiento fue un año de cambios. "Hasta entonces se cantaban los pedidos a voz en grito y la cocinera los retenía, pero empezamos a numerar las mesas", indica Tere. Se amplió la cocina (se pasó de carbón a butano), y se reformó el comedor y las habitaciones.

Los seis hijos, Cristina, Maravillas, Ana, Amaya, Andrés y Amadeo, ayudan a su madre en el negocio. "Mi hermano y yo estábamos en el bar y mis hermanas con mi ama arriba, la ayuda en la casa es imprescindible", afirma Amadeo. Tere sonríe y matiza: "Empieza la mayor, tiene unos ahorros, va al cine... la segunda también quiere, y así". Para entonces, Casa Otano ya era un representante de la mejor cocina navarra. Recomendado por los hoteles, por sus mesas han pasado toreros, árbitros y artistas que actuaban en el Teatro Gayarre. "En los años 50 y 60 se alojaban aquí en pensión completa los jugadores de Osasuna que venían de fuera", indica Tere. No para de enumerarlos: "Cuando tuve el quinto hijo, salieron a la calle a gritar: '¡Hemos tenido un hijo!', vinieron al bautizo, y en Nochebuena cenaban aquí". Como cambio gastronómico importante, Ana destaca que "antes se juntaba el almuerzo con la comida y la merienda con la cena. Se preparaban muchos guisos". Ahora, Casa Otano sirve comidas y cenas y platos preparados "a la plancha".

De los seis hermanos, Amadeo, Cristina y Ana continúan trabajando en el Otano. Tere acude a las 8.45 horas todos los días. "Cuido el restaurante más que mi casa y aquí estoy rodeada de jóvenes", explica. El camino para llegar a los cien años no ha sido fácil y por eso todos coinciden en la receta: "Esforzarte por innovar, tener una buena relación calidad-precio y atender muy bien a la gente". En este último ingrediente, se permiten sacar pecho. "Vienen personas que han celebrado aquí su boda y quieren repetir en las de oro. Se convierten en amigos", subraya Tere. El futuro, sin embargo, se ve "incierto. Depende de los nietos", indica Amadeo. Tere, la matriarca, mira a sus hijos y a su Casa. Y Ana, rompiendo el instante, afirma: "El Otano está metido en el ADN".