Calle del pintor Crispín, 1975
EN 1975, la opinión pública pamplonesa convulsionaba casi a diario con las preocupantes noticias que llegaban desde la capital del Estado. La enfermedad del dictador Francisco Franco había abierto un periodo de incertidumbre y vacío de poder, y ello fue aprovechado de manera oportunista por Marruecos, que invadió el Sáhara. Consecuentemente, hubo de renunciarse a la irrenunciable españolidad del Sáhara, como antes se había tenido que renunciar a la irrenunciable españolidad de Cuba, de Puerto Rico, de Filipinas y de tantos otros territorios. En cualquier caso, Franco moriría el 20 de noviembre de aquel año, no sin antes haber firmado sus últimas sentencias de muerte, ejecutadas el 27 de septiembre, al fusilar a cinco activistas que habían sido juzgados sin ningún tipo de garantías procesales. De este modo, el régimen terminaba como había empezado: asesinando. Coherencia absoluta.
La foto muestra la situación de esta calle en aquel terrible año 1975. Llama la atención la casita de la izquierda, que pertenece al tipo de vivienda que jalonaba el barrio de Iturrama en la primera mitad del siglo XX. Y, como es lógico, no perderé la oportunidad de lamentar, una vez más, que las excavadoras y los gobiernos municipales no hayan respetado, como recuerdo de lo que el barrio fue en su día, ni una sola de aquellas preciosas casas.
HOY EN DÍA, la calle del pintor Crispín sigue acarreando cierto carácter secundario, de vía contigua a una gran avenida como la de Pío XII, y por eso es más conocida por su imagen que por su nombre. Puede verse que la mayor parte del paisaje urbano sigue muy similar al de 1975, con el edificio de viviendas de la derecha y la rampa de garaje en el centro, así como el inmueble de cuatro alturas que se ve al fondo. Tan solo anotamos algunos cambios en el mobiliario urbano, en los bajos comerciales y en la carpintería de los balcones. Y apuntamos también, cómo no, la desaparición de la casita de la izquierda, que se levantaba justo en el lugar donde han aparcado el Ford Mondeo de la fotografía.
En cuanto al nombre de la calle, va dedicado a la figura de Crispín Martínez Pérez (Aibar, 1903-1957). Fue un pintor autodidacta, y puede considerarse el mejor retratista navarro del siglo XX. Es una auténtica lástima que, seguramente, su mejor obra sea el retrato realizado a Francisco Franco durante la Guerra Civil, uno de los más famosos del pequeño general gallego. Era el signo de los tiempos, sin duda, y por eso preferimos acordarnos de un par de carteles de San Fermín que realizó, cuando en dicho concurso primaba aún el mérito artístico, y no su valor como logotipo para lucir en camisetas y pins de solapa.
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