PESÓ 1 kilo y 600 gramos y fue alumbrado el 23 de octubre. Pero no se trató de un nacimiento al uso, ya que vio la luz después de cinco años de gestación. Su nombre es Iruña se retrata en el Arga y su padre Tomás Arroyo Crespo (1946, Burgos), quien presentó hace una semana esta obra histórica y fotográfica, donde a lo largo de 300 páginas hace un recorrido por el río, mostrando el reflejo de la ciudad en sus aguas, mientras denuncia el expolio al que esta "fuente de vida" se ha visto sometida.
"Los poetas cuando se sienten inspirados creen que les hablan las cosas. Y a mí un día me habló el río y me dijo que escribiera un reportaje sobre él porque es el que mejor conoce la historia de Iruña", explica de forma poética este exprofesor cuando habla del motivo que le llevó a escribir el libro. Este carácter con el que Arroyo personifica al Arga queda marcado desde las primeras líneas de la obra, que rezan: "El río Arga, mudo testigo de la historia de Pamplona, ha sido el gran olvidado hasta hace apenas cuatro días en el devenir histórico de la ciudad".
Se trata también de una obra de denuncia hacia las actuaciones que ha tenido el Gobierno de Navarra con respecto a la conservación de los restos históricos, como el Palacio de los Reyes o las Termas romanas que se encontraron en el subsuelo de la plaza del Castillo. "En madrugada de día festivo -con nocturnidad y alevosía- derriban las paredes maestras del Palacio para desfigurarlo y dotarlo del look de una fortaleza sin historia", escribe. En cuanto a los restos romanos, Arroyo recuerda el clamor social que generaron entre la población, que apostó de forma unánime "con manifestaciones y con un referéndum realizado en las plazas de la ciudad con urnas y papeletas" por su conservación in situ y la creación de un museo histórico de la ciudad en el subsuelo de la plaza. Con su desaparición, "el pasado romano y vascón de Pamplona quedaba recluido en los libros", critica.
En este sentido, el autor comenta que intentó que el libro "se publicara el año pasado para que tuviera un toque de reivindicación con el aniversario de la conquista de Navarra, pero los paritorios que son las imprentas estaban copados". Además, aunque tenía el libro ya escrito, no encontraba subvenciones o ayudas para publicarlo, hasta que acudió a la editorial Altaffaylla.
Historia reflejada
Seis espejos en las presas
El autor divide el libro en seis espejos, que son las distintas presas que recorren el río Arga (Molino de Caparroso, Ciganda, Errotazar, Santa Engracia, Biurdana e Ilundáin). Cerca de 400 fotografías de la ciudad y el río ilustran la obra y de ellas, aproximadamente 300 son de reflejos. Arroyo deja claro que no es un fotógrafo profesional, pero afirma que lo que busca con una cámara siempre es "el instante, el momento". "Soy un capturador de imágenes, un observador, y creo que ahí reside el valor de estas fotografías", asegura. Según señala, Iruña se retrata en el Arga es "una síntesis" de sus tres aficiones: la fotografía, la literatura y la historia. Así, las imágenes están acompañadas por una reseña histórica y algunos versos, en su mayoría críticos o irónicos. "Buscaba hacer mis pinitos literarios, ya que pienso que si hubiera nacido aquí, hubiera sido bertsolari", bromea.
El exprofesor aprovecha su itinerario para recordar los personajes y acontecimientos históricos que se "reflejaron en las aguas del Arga", tal y como indica en varias partes de su libro. Así, habla de "los cantos de Julián Gayarre cuando trabajaba en la fragua que albergaba el Molino de Caparroso" o del "aura del Mariscal don Pedro de Navarra planeando en el Palacio Real la mejor forma de conservar vivo el reino de Navarra". En la obra también hay espacio para recuerdos más recientes, que probablemente compartirán una gran parte de los pamploneses. Algunos positivos, como el origen del Club Natación y la Ciudad Deportiva Amaya -y de sus famosas verbenas sanfermineras-, y otros más agridulces, que tienen que ver con las inundaciones, los "ciegos impulsos naturales del Arga". El autor registra nueve inundaciones en la Ciudad Deportiva Amaya, la más destructiva el 21 de enero de 1997, la primera en 1969, y la última el 9 de junio de 2013.
Arroyo menciona los cambios sufridos en algunos edificios que se encuentran a la margen del río, como el Molino de Caparroso -de harinero a Escuela de Piragüismo-, el Molino Ciganda -de harinero a centro de formación de personas con minusvalía-, el Seminario Diocesano -antiguo Hospital de Guerra- el Palacio Episcopal -en la Edad Media, una sinagoga judía-, o el Museo de Navarra (antes Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia en Pamplona-, y relata algunas de las historias menos conocidas de varios rincones de la ciudad, como la pasarela y urbanización de los alemanes o el puente Miluce.
Con este álbum fotográfico-homenaje a Iruña, Arroyo demuestra su amor por una ciudad "que está harta de haber sido traicionada, conquistada, reconquistada y vuelta a dominar, amurallada, engañada, despatrimonializada, estandarizada, despersonalizada", pero, que aún así, se mira en el río "y, como le ocurriera a Narciso, tan prendada queda de su belleza, que se enamora de su propia hermosura".