En 1975 - Pamplona, al igual que el resto de Euskal Herria, se encontraba estremecida por los coletazos finales del franquismo, que en el mes de septiembre se concretaban en las cinco últimas sentencias de muerte firmadas por el decrépito general. Entre los condenados, además, figuraban dos vascos, Anjel Otaegi y Jon Paredes Txiki. La foto, obtenida aquel mismo otoño, muestra el carretil que llevaba a la cercana localidad de Esquíroz. Esta zona, según Arazuri, había sido antiguamente conocida con el nombre de Otxandazubi, precioso topónimo que se remonta al menos a 1533. Vemos que la actual calle era entonces poco más que una senda suburbana, flanqueada por olmos de gran tamaño, y que los bloques de viviendas habían comenzado ya a levantarse a ambos lados. La mancha oscura que cierra la foto por la izquierda es el actual frontón de López, y detrás se adivinan las primeras casas de Sancho el Fuerte.
Hoy en día - La calle de Esquíroz, plenamente urbanizada y configurada, ha adquirido su definitiva apariencia, y es difícil que en un futuro próximo experimente cambios relevantes, más allá de los que afecten, por ejemplo, al mobiliario urbano o a la ocupación de los locales comerciales. Septiembre de 1975 se cerró por fin con la ejecución de las cinco condenas a muerte, llevadas a cabo tras unos juicios realizados sin las más mínimas garantías procesales, en base a declaraciones obtenidas mediante el sistemático uso de torturas y sin que pudiera ejercerse una verdadera defensa de los reos. Ayer se cumplieron 39 años de aquellos asesinatos de estado, sin que nadie, ni entonces ni el la posterior Transición, ni siquiera en la democracia formal que le siguió, rindiera responsabilidades. En cuanto a Franco, moriría tan solo dos meses después, con lo que puede decirse que el régimen terminaba como había empezado: matando.