pamplona - “Podemos ayudarte, ahora la solución está a tu alcance ”. Es la consigna que reza en la página web que han creado Manuel Torres y Mila Leoz para dar a conocer el nuevo Centro de Psicología Ética, un gabinete profesional que nace con un componente social (un concepto de la ética y deontología profesional que explican en su web) pero independiente y cien por cien privado. La primera consulta es gratuita y el resto de sesiones se cobran a treinta euros, tarifa que pretende estar al alcance de muchos bolsillos. Abrieron sus puertas en septiembre en la calle Cipriano Olaso de Pamplona, seis meses como testigos de los estragos de una crisis económica y social que ha hecho que se vayan “al carajo matrimonios de por vida o trabajos de por vida”.
Crisis a la que pretenden hacer frente desde su consulta. “Se han trastocado muchos cimientos, pero puede ser algo positivo. Es momento de convertir la crisis en nuevas oportunidades. Hasta que no tienes una experiencia personal, hasta que no atraviesas un problema, no te das cuenta de los recursos de que dispones”, señalan. “Una mala experiencia genera también un aprendizaje, lo que los psicólogos llamamos resiliencia: la capacidad que tenemos todas las personas de afrontar y resolver situaciones extremas.
Es un viejo término que ahora vuelve a reutilizarse. La realidad es que la clases desfavorecidas estaban más acostumbradas, pero, en realidad, la crisis ha tenido un mayor impacto entre las clases medias”, revelan.
Y es que todos tenemos necesidad de sentirnos seguros, señalan, pero si lo que tenemos alrededor se vuelve “frágil” esta vulnerabilidad nos arrastra a problemas de toda índole, laborales, familiares, anímicos...
Cabezas de familia que han llevado el peso de la economía familiar se enfrentan en este momento a la incertidumbre de su empleo o se ven en la calle, desde gente joven hasta mayores de 55 años, “gente que ha sido muy activa y que, de pronto, se ven impotentes, por lo que hay que recuperar ese reequilibrio con aquello que son capaces de hacer, que es mucho, si tienen esperanza en ello, y es lo que hay que conseguir”.
Los expertos afirman que en el 2030 la depresión será la causa fundamental de discapacidad laboral en el mundo. Un problema que, por otro lado, es más frecuente en mujeres que en hombres. Son datos dados a conocer recientemente por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El desempleo, la crisis y la precariedad laboral han disparado los problemas psicológicos. Un desahucio o un despido genera situaciones muy estresantes porque “no tenemos capacidad para preverlas”.
“Hay que tener en cuenta que hay mucha gente de clase media, preparada y con un nivel de vida que, de manera abrupta, ha caído hasta una situación extrema”, remarca. Trastornos de ansiedad, estrés y depresión son los más comunes.
“Personas que empiezan a acusar desánimo, que no tienen ganas de salir, que albergan pensamientos negativos y sus relaciones sociales, familiares y de pareja se van deteriorando”, detallan. “Hay problemas emocionales y de autoestima que muchas veces no son claramente detectados, pero es el momento de pedir ayuda”, abundan. “Los problemas de ansiedad, estrés o depresión son eslabones de una misma cadena que van enganchados. No saber qué va a pasar al mes siguiente en tu trabajo genera una gran incertidumbre y repercute en tu vida privada, que la comunicación con tu pareja se resienta”, matizan. Quizá por ello, sea cada vez más frecuente que “gente normal” acuda a comedores sociales, personas que perdieron el empleo, que perdieron una familia y que ahora están en la calle, que ve que su mundo se desmorona. “De hecho, nuestro país se ha convertido en un verdadero laboratorio de problemas psicosociales”, subrayan.
Sin embargo no todo el mundo se puede permitir asistir a terapia privada, ni tampoco está recurrir a un tratamiento farmacológico para paliar determinados síntomas. A su vez, creen que, hoy por hoy, el servicio público de salud es incompatible son l a psicoterapia porque ésta requiere de una atención más prolongada. En este momento la atención primaria recibe además muchos pacientes con un algún tipo de componente psicológico. La psicoterapia se suele prolongar de tres a seis meses, dependiendo de cada patología. Les avala que Mila ha trabajado durante más de 20 años en Cataluña y Manuel ha trabajado varios años en Gaztelan en programas de exclusión social.
inseguridad “Hay que incentivar a que la gente hable de lo que no habla. Sin juzgar, desde el exterior, fuera de los círculos familiares o de amistades”, explican. ¿Y qué le preocupa a la gente fundamentalmente? “La inseguridad; sentirse aceptado por los demás; el qué pensarán...”, responden.
Trastornos de ansiedad se traducen en falta de habilidades, trastorno de pánico e incluso episodios agudos de ansiedad con sofocos y palpitaciones.
Son nuestro pan de cada día.
La depresión por otro lado se somatiza en decaimiento, problemas de relaciones, pensamientos de desesperación... “Normalmente los dos trastornos van a la par”, explica. El mejor antídoto, concluyen, es saber “vivir el presente” para lo que existen diferentes herramientas de ayuda. “No debemos anticiparnos a hechos que igual no van a ocurrir, y que nos restan energía y tiempo. Es una visión negativa que nos baja las defensas y las facultades...”.
Si en el plano personal la revisión de valores es un aspecto positivo, en lo social, “creíamos que el sistema era inmutable, no éramos conscientes de la fragilidad en la que nos movíamos”, sentencia Manuel. “Trabajo, lujo, vivienda... un tren de vida como garantes de una estabilidad emocional”. Pese a todo no hay mejor encrucijada histórica que ésta para desear cambiar las cosas. Decía Arthur Miller que una época llega a su fin cuando sus grandes ideales se han agotado.
No cabe mejor diagnóstico, indican, para “precisar el malestar de nuestro tiempo”. Porque es ahora, y no cuando la sociedad vivía su momento de esplendor y “tolerancia”, cuando tratamos de reaccionar frente a aquella
“quiebra económica y moral” en la que pasamos de ser “consentidores, o invisibles, a ser víctimas, cuando la corrupción empieza a quebrar el equilibrio anímico de una sociedad que vive con fatalismo los efectos de la decrepitud institucional”.