La hostelería en Pamplona ha estado ligada tradicionalmente al entorno del Casco Viejo, a esos locales que durante años han sabido ganarse la fidelidad de los clientes en una ciudad donde la abundancia de este tipo de locales ha sido una constante. Las estadísticas indican además una tendencia al alza en el número de negocios hosteleros abiertos, frente al descenso en los establecimientos comerciales, lo que viene a confirmar, por una parte, la desaparición de buena parte de las tiendas familiares (sobre todo las de ropa y complementos) en beneficio de las grandes firmas comerciales; y en segundo lugar, que los bares y restaurantes siguen siendo una apuesta segura de negocio.
Pese a la desaparición de algunos locales emblemáticos de la ciudad como el Sevilla o la Tropicana, ambos en la plaza del Castillo, el Casco Viejo está asistiendo en los últimos días a la rehabilitación de varios de sus establecimientos más tradicionales. Primero fueron los bares Aldapa, Bodegón Sarriá, Lanbroa y Río, que decidieron afrontar un cambio, y ahora han emprendido el camino de la transformación otros establecimientos como el Iruñazarra, Guria o Gure Etxea, que hoy vivirá su reapertura tras dos meses y medio de obras.
“Llevamos 40 años con este negocio, somos la segunda generación, y hemos decidido darle una vuelta de tuerca más a lo que tradicionalmente veníamos ofreciendo a los clientes”, comentó Héctor Munárriz. Con el impulso de su hermano Koldo, plantean dejar atrás los pinchos y menús de toda la vida en busca de un concepto diferente, más centrado en la mejora en los productos y en la presentación. “Apostaremos por el ocio, por las raciones para compartir, por los pinchos más trabajados, por el plato del día en sustitución del menú diario, por los productos frescos y los ecológicos”.
Cinco personas en la barra y tres en la cocina se encargarán de mantener abierto al Gure Etxea en todas las franjas disponibles, ya que además de los servicios de mañana y tarde, el establecimiento quiere seguir siendo uno de los referentes nocturnos de la zona. “Al final todos tenemos que acabar ahí, poniendo copas las noches del fin de semana. Pero lo que vamos a ofrecer a los pamploneses será muy diferente, con sabores muy especiales que nos presentará nuestro cocinero”, comentó Héctor mientras ultimaba los detalles de su presentación social.
Un viaje similar al suyo acaba de emprender el bar restaurante Iruñazarra, que después de dos años cerrado ha abierto sus puertas frente a la calle Mercaderes. Tras la decepción que supuso su cierre, un grupo de nuevos socios decidió ponerle otra vez en circulación manteniendo las esencias de uno de los establecimientos más históricos de la ciudad, pero acometiendo una serie de reformas importantes en su interior.
Nueve meses de obras han hecho falta para que el local se encuentre operativo nuevamente, como han podido comprobar los pamploneses esta semana con las dos jornadas de puertas abiertas que el Iruñazarra ha llevado a cabo. “Hoy (por ayer) fue nuestro primer día y la respuesta ha sido muy buena. Algún comentario sí que hemos escuchado sobre que si el precio del vino era algo alto, pero en general todo el mundo está encantando con el cambio”.
Conservando como esencia la comida tradicional, el local va a mantener las dos plantas. En la superior seguirá la barra, un patio interior y una zona de comedor para 40 comensales pensada para cafés, cazuelas y pinchos y picoteo diverso.
los arcos del iruñazarra En la planta inferior se encuentra el restaurante para 60 personas que ofrece desde menús económicos o menú de sidrería, hasta platos más selectos y todo tipo de opciones con los asados, pero con una decoración algo diferente a la de antes. “En los trabajos salieron unos arcos de piedra, similares a los de la muralla, que hemos decidido conservarlos”, aseguró Elena Aróstegui mientras atendía al númeroso público que se acercó ayer al local. Quince personas van a estar empleadas en un proyecto pensado a largo plazo en el local, que es alquilado.
El martes de la semana pasada reabrió el bar Guria después de 3 meses de trabajos de remodelación. Ubicado en la travesía Espoz y Mina, al lado de la calle Estafeta, el local ha sufrido una importantísima transformación su un estética y en su oferta al cliente, sobre todo gracias a la instalación de dos grandes barriles de 1.000 litros cada uno. “Es el primer bar de Navarra que incorpora este sistema, que además permite al cliente ver los barriles enterrados desde el local”, comentó Javier Campos, su gerente.
Para ganar espacio, el bar Guria incorpora un nuevo sistema de cierre de las puertas y dispondrá en su interior de tres mesas de cuatro comensales para la degustación de raciones y pinchos.
Después de 26 años, Campos confía en que la inversión dé sus frutos, para lo que cuenta además con una nueva decoración más atractiva y una selecta carta de caldos. “El público ha acogido muy bien el cambio”.