pamplona - Francisco Mendívil todavía conserva los recortes de prensa de aquel 28 de abril de 1976 cuando, recién casado con Mercedes Ciriza, ambos abrieron un pequeño negocio familiar en la calle Mayor de Pamplona. Francisco ya tenía experiencia, había trabajado unos años en la relojería de sus padres en la calle San Antón, y Mercedes era enfermera. El nuevo negocio se llamó Berna, como la capital del país de los relojes. “Entonces había otro relojero apellidado Mendívil, mi tío, en la calle San Nicolás, además de la de mis padres, Mendihur, que venía de la unión de los apellidos Mendívil y Hurtado, así que para no tener conflictos preferí que mi apellido no saliera y de ahí el nombre de Berna”, re-cuerda.

de la relojería gruesa al taller Aunque el negocio ha cambiado mucho desde entonces, siempre ha estado en el mismo lugar, el número 39 de la calle Mayor. “Empezamos trabajando principalmente la relojería gruesa, relojes de pared, ya que la bajera era grande y permitía tener una buena exposición”, señala, pero tres años después, justo después de sufrir un importante robo, reformaron el local y también el modelo de negocio, dando un papel más relevante a la joyería.

Así han seguido hasta hoy. “Hemos evolucionado dando cada vez más importancia al taller, a la hechura de autor, adaptándonos a las exigencias de cada momento”, asegura. Buena parte del trabajo es por encargo: “Por ejemplo, puede venir una señora pidiendo una joya que ha visto en una revista y se la reproducimos con total fidelidad; seguimos manteniendo la relojería, pero con menor dedicación”. En los mejores momentos llegaron a trabajar en Berna hasta nueve personas. Hoy continúan Francisco y Mercedes con un único empleado.

Y es que el negocio de la joyería-relojería familiar, como tantos otros, no es lo que fue. “Cuando abrimos Berna había muchas más relojerías que ahora. Entonces la competencia eran los mercados paralelos, la gente que empezaba a salir de viaje y que se iba a comprar a Canarias o a Andorra, además de los que llamaban machacas, que vendían a domicilio”. Hoy la competencia es distinta pero mucho más fuerte: “Los grandes almacenes y, lo más importante, la venta on line; hay muchas menos tiendas y la venta se ha diversificado”, asegura, a pesar de que, en su opinión, no se pueden comparar con el servicio postventa profesional que ofrecen establecimientos como el suyo.

Sin embargo, Berna se mantiene en la calle Mayor gracias a “una clientela fija, fiel, que te encarga todo”, y en gran medida, familiar. “He conocido a señoras; luego han venido sus hijas, y ahora empiezan a venir sus nietas; son ya tres generaciones”, resalta. Echa en falta al cliente “de los pueblos”, que en su día fue muy importante y, en cuanto al público de Pamplona, reconoce que acude a su tienda “a por cosas muy determinadas”. En general, le encargan “joya de calidad”, sobre todo pendientes y sortijas, muy por encima de cualquier otra pieza. En cuanto a los relojes, Francisco Mendívil cuenta que ha vendido muchos, pero ahora el negocio ha decaído porque “se pueden comprar en cualquier sitio”. “Hay un público que quiere seguir teniendo un buen reloj, pero es la excepción”, lamenta.

el robo del 79 No todo han sido buenos momentos en Berna. Francisco Mendívil recuerda especialmente el importante robo que sufrió apenas tres años después de abrir. “Fue el 3 de agosto de 1979, a la hora de cerrar. Rompieron un escaparate unos chavales que resultaron ser del barrio de San Blas de Madrid. Los detuvieron a los 18 días pero no pudimos recuperar nada porque lo habían cambiado todo por droga, según el testimonio de la Policía”, subraya. Desde entonces no han sufrido más robos importantes, “alguno al descuido, pero ninguno como aquel”, añade.

La intención de Francisco y Mercedes es continuar mientras puedan con el negocio, aunque “en realidad no debería llamarse negocio, en el sentido de hacer dinero, porque si alguien quiere invertir en esto y piensa que se va a forrar, más vale que no lo haga”, asegura. “No tenemos marcado ningún plan de futuro”, confiesa, aunque prácticamente descarta la continuidad familiar, ya que “las dos hijas están trabajando en lo que estudiaron”. A Francisco Mendívil le gustaría que Berna pudiera seguir cuando ellos lo dejen mediante un traspaso “porque da pena que una cosa que ha sido tu vida se tenga que cerrar”. No obstante, considera que será difícil porque ve a su alrededor como “muchos negocios han cerrado porque no hay nadie que quiera cogerlos”, y más en la joyería, donde se requiere una cierta profesionalización.

Reconoce que el suyo es un trabajo “cómodo”, que no requiere gran esfuerzo, aunque confiesa que le dedica muchas horas: “Vengo a las ocho de la mañana y el día que antes se cierra te dan las ocho de la tarde”. Y eso que ahora ya no hay el “agobio de trabajo” de hace unos años, pero elaborar una joya le puede llevar “entre tres y siete días”. Y en eso siguen Francisco y Mercedes, hoy “con la misma ilusión y ganas” que hace cuarenta años.