pamplona - Reconoce que la jugada del penalti fue dudosa, que tal vez el árbitro, a instancias de sus compañeros de equipo y con la connivencia de los rivales, señaló la pena máxima con excesiva rigurosidad para que pudiera despedirse con un buen recuerdo en el que iba a ser su último partido en activo.

No había nada en juego y José Luis García Azcárate fue el encargado de tirar el lanzamiento -que transformó en gol- tras el requerimiento de sus compañeros en reconocimiento a los 23 años continuados en la competición de Boscos. Ahora tiene 57 años y asegura que la edad nunca ha supuesto un inconveniente a la hora de practicar este deporte, más allá de la broma de alguno de sus compañeros, que le llamaban Kun Abuelo, en referencia al afamado delantero argentino de la liga inglesa que antes pasó por el Atlético de Madrid, Kun Agüero.

“Tengo varios nietos y alguno se le ocurrió llamarme de esta forma. No es que nos parezcamos en el juego -comentó con humor- porque siempre he jugado de medio o defensa, así que pienso que lo decían porque era el único del equipo que era abuelo”.

García Azcárate comenzó jugando en su barrio, en un equipo de la calle Jarauta. Luego pasó por el Chupinazo, los juveniles de Osasuna y llegó al Iruntxiki con 18 años, consciente de que no iba a poder vivir de dar patadas a un balón, pero decidido a seguir practicándolo mientras su físico se lo permitiera.

Guarda recuerdos inolvidables de aquellos años, cuando le ofrecieron 120.000 pesetas para fichar por el Pamplona, o cuando debía entrenarse en el Sadar con el primer equipo debido a sus horarios escolares.

Siempre fue amateur. Para gente como él, el fútbol está muy encima del profesionalismo y de las cifras millonarias que rodean a este deporte ya los futbolistas de élite, que le ganarán en fama y dinero, pero difícilmente en pasión. Ni por asomo.

A García Azcárate le habían preparado aquel día una sorpresa. Sus compañeros de La Única, equipo en el que ha jugado los últimos 12 años y donde llegó a ser presidente de la peña sanferminera, estaban compinchados para organizarle una despedida especial. Tenía que haber sido sustituido en el minuto 57, como su edad actual, pero ante la falta de sustituciones tuvo que aguantar todo el partido, hasta que el penalti transformado puso el fin al partido, a la temporada y a sus botas de tacos.

los almuerzos de equipo Criado en el Casco Viejo, querido y reconocido por sus amigos, recuerda todo lo que le ha aportado el deporte a nivel personal, el espíritu de equipo y de superación que han marcado su vida. Echa de menos el ambiente que rodeaba los partidos de Boscos de hace unos años, los almuerzos de todos los compañeros tras un buen madrugón. “Ahora parece que van solo a competir. Antes nos pasábamos todas las mañanas de los domingos con la gente del equipo después del partido. El almuerzo era casi tan importante como jugar”.

Reside en Burlada y trabaja en una céntrica óptica de Pamplona, un inconveniente para algunos que él aprovecha para mantenerse en forma con una caminata diaria de 12 kilómetros. Puede que ahí resida el secreto, junto a su pasión por el fútbol, que le haya permitido seguir jugando cada domingo.

“Me gustaban los campos grandes. Hice un intento, con 38 años, de probar en pista, pero rápidamente me cambió a la modalidad de campo”. Ha podido conocer los campos de tierra o de arena y las nuevas superficies de hierba artificial. Hasta los balones son distintos. Lo único que permanece impasible es el fútbol, al menos mientras el sistema de videoarbitraje no llegue a Boscos.