pamplona - Las cuatro abrieron camino a golpe de tambor; flauta, txistu y clarín. Y las cuatro lo hicieron como quien no quiere la cosa, casi sin darse cuenta. Ahora empiezan a ser conscientes, entre otras cosas porque la Peña Los de Bronce ha reconocido su labor “por su contribución a la transformación de uno de los más reconocibles motores de nuestras fiestas: la música en las calles”.
Ellas son Ohiana Aldabe, Elena Fraile, Carmen Arias y Puy Rekalde, nombres de mujer que le han ido ganando terreno a la fiesta, respectivamente, en la banda de Timbales y Clarines del Ayuntamiento, gaiteros (y gaiteras desde entonces) de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos, La Pamplonesa y los txistus del grupo de danzas municipal.
“Entonces era un reto para mí, pero no era consciente de que estaba abriendo camino para otras mujeres”, cuenta Elena Fraile, que lo mismo le pega a la gaita, al piano o a la percusión. Movida por la envidia sana hacia sus hermanos y la atracción por la música en la calle, “y como no podía sacar el piano de casa ni arrastrarlo por San Fermín”, con solo 13 años debutó con el tambor por las calles de Pamplona. “Como mujer, sentía que por lo menos tenía que hacerlo igual de bien que ellos. Y me lo curré muchísimo para que fuera así, saqué ese orgullo”, reconoce. Dice que ella lo tuvo fácil y que “tanto en la comparsa como en el mundo de los gaiteros fui muy bien recibida”. También dice que, en esto de entender la fiesta de igual a igual, “todavía queda mucho por hacer”.
Ohiana Aldabe es “clarinera en todos los ámbitos”. Fue la primera en aparecer, instrumento en mano, en el Chupinazo, la Procesión, la Plaza de Toros... “Cada vez que tocaba en algo, era la primera”, resume. “Lo he hecho con mucha naturalidad”, cuenta también. Quizás por eso se sorprendió y soltó un “¡ahívalaleche!” cuando se enteró del galardón. “Me parece muy bien que se ponga en valor el papel de la mujer, que siempre es la segunda en la carrera. Que le den bombo y platillo”, asegura.
Al igual que Fraile, “por parte de mis compañeros y del mundo de la música nunca he notado rechazo. Es que la música une muchísimo a los sexos. Si eres bueno tocando da igual que seas hombre o mujer”. Y eso que “todavía está la cosa un poco verde... por ejemplo, en sinfónicas buenas a nivel internacional, no sé si están por entrar o acaban de hacerlo las primeras mujeres”. Ella tiene claro que todo empieza por “la eduación. No el dos y dos son cuatro; la educación en mayúsculas. En casa, en el entorno... Que se vea a la mujer desde bien pequeños como igual. Y ahí entra en juego toda la sociedad”, recuerda.
En casa de Carmen Arias seis de los siete hermanos son músicos. También su padre y dos tíos. No tenía escapatoria. “Era muy natural ir por ese camino”. Lo que no era tan natural entonces (año 1976) era ver a una mujer en La Pamplonesa, pero cuando se lo propuso su profesor de flauta “dije que sí, aunque a esa edad no sabía ni qué era La Pamplonesa”. Antes, eso sí, le contaron que buena parte de la banda “no quería que entraran mujeres. Pero no noté nada. Se comportaron”. Pese a que las mitades no veían con buenos ojos la presencia femenina entre los suyos, le echó valor “porque era una inconsciente. Porque si te paras a pensarlo no vas”.
Y Puy Rekalde es una de las cuatro de su familia que hace sonar el txistu gracias al veneno que les metió su padre, que a cambio también aprovechó para martirizarles con sus sesiones de laúd, “un aburrimiento de muerte”. Con 13 años entró en la escuela de txistus de Oberena y se le abrió un mundo dando tumbos de fiesta en fiesta. Dos años después, cuando el Ayuntamiento pidió txistus para su grupo de danzas, comenzó su andadura con ellos como segunda voz.
“La entrada fue con toda la normalidad. También es cierto que era un grupo de danzas y había mucha chica y mucho chico... otra cosa hubiera sido entrar a un grupo como los danzantes de Otxagabia, todo hombres.” Rekalde no ha notado “nunca jamás esas diferencias de género en el mundo de los músicos”. En el día a día ya es otra historia. Sin ir más lejos, en los pasados Sanfermines “en la calle estafeta iba un gracioso con una botella. Igual estábamos tocando 20 personas... ¿y a quién le rompieron el tamboril? A mí”.
Ohiana también reconoce que “si el borracho de turno tiene que montar el espectáculo, aunque estéis 25, siempre será a una mujer. No le van a un hombre a agarrarle del hombro y a vacilar”. Y Elena confiesa que más de una vez han dejado de tocar en las dianas, “que la gente ya está sobrada”, por el mismo motivo.
Las cuatro reconocen avances en su terreno. Antes ni de lejos se veía a una mujer con percusión, trompeta o trombón. Eso de instrumentos para chicas y otros para chicos va quedando en el olvido. También agradecen este galardón, y esta vez sí son conscientes de que cuanto más se haga por visibilizar el papel de la mujer (en fiestas o no), mejor.