pamplona - Riadas de gente bajaban y subían ayer por la carretera que lleva al cementerio municipal. La gran mayoría se agarraba del brazo de sus acompañantes “en busca de apoyo” y llevaban flores para “alegrar” el lugar de descanso de quienes ya no están.
Entre la multitud se encontraba Charo, que después de varios años sin bajar el día de Todos los Santos había decidido retomar la tradición: “Suelo venir dos veces al mes, pero llevaba un tiempo que no lo hacía el 1 de noviembre. De nuestros seres queridos nos acordamos todos los días”. En la puerta del cementerio le esperaban sus dos hijos y su nieta, de tan solo tres años, que preguntaba sin cesar, y sin entender la respuesta de sus padres, a ver dónde estaba el abuelo. “Hemos venido a acompañar a mi madre. Papá murió el año pasado tras una enfermedad muy larga. Está enterrado junto a otros familiares”, explicó Merche, hija de Charo. Al otro lado, el camposanto se dejaba ver más vivo y colorido que durante el resto del año.
Un alivio. Esto es lo que para Miguel Ángel y Berta Zuazo supone visitar el cementerio. “Para los que aquí tenemos a nuestros allegados, venir es un consuelo. Es el lugar donde nos desahogamos”, aseguraron. A su lado, haciendo caso omiso de lo que pasaba a su alrededor y con gafas de sol “para esconder su emoción”, Mariví preparaba un pañuelo para sacar brillo al nicho de su hijo, fallecido en un accidente de tráfico.
Al igual que Mariví, la familia Vázquez Jiménez preparaba las tumbas de sus seres queridos para la visita de los familiares. Cada año, depositan sobre ellas flores de tipos diferentes, y ayer fue el turno de las rosas azules y blancas: “Esta es una de nuestras tradiciones familiares. El día de Todos los Santos nos juntamos toda la familia, pero de normal, venimos todos los domingos”. El respeto es uno de los valores que transmiten a sus descendientes: “Es importante tener respeto cuando están vivos y cuando no están, más. Cuidamos a nuestros difuntos porque los quisimos y los seguimos queriendo”, sentenció la familia.
clases de historia El culto del día de Todos los Santos se remonta al siglo IV, origen de esta festividad, cuando la Iglesia Católica eligió una fecha para honrar a todos los mártires, con el objetivo de que cada uno de ellos tuviese su día. El papa Gregorio III fijó 400 años después la fecha del 1 de noviembre, consagrando una capilla en la Basílica de San Pedro, en El Vaticano, para todos los difuntos. El día se extendió a toda la iglesia en el siglo IX. Para Iraia, de 14 años, la visita al cementerio se convirtió en una clase de historia mientras escuchaba a su yayo Jesús Ángel contar el origen de esta tradición.
“No hay ninguno que pase de los 26 años”, le decía de la misma manera Aimar, de diez años, a su padre, al pasar por la tumbas de los fallecidos durante la Guerra Civil. En el mismo lugar, John, natural de un pequeño pueblo de Reino Unido, paseaba para “sentir el silencio” que refleja los años de conflicto: “Llevo aquí mucho tiempo, estoy casado con una navarra. Para mí, esta es otra forma de conocer, palpar y pensar sobre la historia”.
Por otro lado, según algunos de los asiduos del camposanto, la afluencia el 1 de noviembre es cada vez menor. La razón: el aumento de las cremaciones y el incremento de los columbarios, que ocupan las paredes perpendiculares de los niños ubicadas en los laterales. “Una parte de las cenizas las esparcimos y las otras las dejamos aquí. Ponemos las flores, rezamos una oración y limpiamos nuestra parte del columbario, que no nos cuesta mucho. No es lo mismo que tener que cuidar una tumba o un panteón”, justificó Mila Iso.